29/7/08

Retrato que Ólonam presentó de Áldebar


Muchos son los llamados a formar parte de este compendio de indignos; y pese a estar muy lejos de ser el peor de cuantos en él se exponen, os diré que es el que más grima hubo de darme. El más banal, y el menos honroso. Un erial de principios, entregado por entero a mostrarse como una antología de mediocridades impropias de todo regente.

¡Poned atención!

¡Leed cuanto aquí esta escrito!

Porque esta es mi oda para, Áldebar “Príncipe Mercader”, actual Señor de La Casa de Bánum.

Quieran los dioses que disponga al menos de un momento para desatender su comercio o acuñar moneda, y se digne posar su mirada en este humilde homenaje. Una singular oda que con convencimiento creo merece.

¡Salve!


A ti que, comerciando con la honra de tu linaje, has tornado en circo un feudo para llenar aún más tan abultada bolsa; a ti, príncipe de mercaderes y esclavo de tu propia codicia, que muestras sin pudor la violencia de tu devoción, pese a no conocer más dios que el dinero.

¡Salve!

A ti que, lejos de toda vergüenza, expones un cuerpo templo de excesos; a ti que proclamas, con apenas una imagen, la falta de mesura y comedimiento, la escasez de voluntad y la total entrega a una opulencia con la que escupes sin miramientos en la cara de los menesterosos.

Llegado a este punto he hecho un alto, para descubrir, tras leer cuanto yo mismo hube escrito, que pese a no haber dicho poco, no dije cuanto debiere. A los dioses doy gracias de estar aún a tiempo de continuar hasta encontrarme más próximo a haceros justicia, y que el recuerdo dejado albergue cierta fidelidad.

Entre el resto de “virtudes” que cabría destacar, por empezar por alguna, está su voz; herramienta bien calibrada de la que, aún a día de hoy, se sabe valer; y con la que ofrece los matices necesarios para conseguir en cada ocasión cuanto hubiera de proponerse.

Tal vez en otras circunstancias hubiera llegado a ser un mandatario muy válido. Pero tener que hacerse cargo de la regencia tan pronto empobreció su espíritu, condicionando a un tiempo el acrecentamiento de su soberbia y la cotidianidad de su despotismo.

Es por eso que, de entre toda la gama de aquel amplio registro, fue la más áspera y desabrida vertiente la que se impuso; aunque eso es algo que ahora poco importa. Dejando atrás las posibles causas, bastará con saber que el suyo ha sido siempre un lenguaje soez e ingrato para cuantos le sirven; hombres y mujeres a los que rara vez se dirige si no es para imponerles labor o injuriarlos a cuenta de ella, sin importarle, o no, el encontrarse en presencia de propios y ajenos.

Carente del menor recato acostumbra a aplicar sobre sus subordinados el acuoso verdor de unos escrutadores ojos que entorna levemente para mirar con fijeza, como si de esta forma pudiera intensificar el inquisidor influjo que sobre los demás ejerce.

En este caso concreto, la peculiaridad que lo ha hecho diferir del resto de los que imponen el absolutismo, es que en poco varía el trato dispensado a esclavos del que ofrece a consejeros o regentes, puesto que por igual los increpa. Sin concesiones se dirige a ambos, y, elevando el tono más allá de lo permitido por el decoro, vomita sobre ellos cuanta acritud hubiera de contener. Y al tiempo que deja de manifiesto la carencia de respeto a cuantos le sirven, se entrega a hacer reiterado hincapié de su supremacía.

Pese a saber cuanto debía decir, y aquello que la gente quería o no escuchar, nunca fue buen conversador, puesto que, a tenor de su naturaleza, despreciaba también a sus iguales. Creo firmemente que en su caso nunca ha sido cuestión de jerarquías, sino el impulso de una condición cruel, a medio camino entre la insensibilidad y la necesidad de zaherir a cuantos se encontraran a su alcance la razón de que utiliza este ingrato sistema para conseguir, al precio del dolor ajeno, liberarse de mucho de lo malo que se ha ido albergando en su interior.

Cuantos hubieron de conocerlo y se han prestado a hablar de ello, coinciden en que siempre ha sido reacio a mostrar sus sentimientos, incluso más allá de lo meramente prohibitivo. Incluso cuando estos eran requeridos o necesarios. Se desconoce el motivo, pero hay quien afirma que el último reducto de humanidad expiró al enviudar, y que el pétreo corazón que mora en su pecho en ocasiones resurge y vuelve a latir cuando se halla frente al fruto de aquella unión.

Tal vez por esta o alguna otra cuestión, el rico más pobre de esta isla ha permanecido y permanece ajeno al mundo, siempre huraño y esquivo. Atribulado para sus adentros. Enfrascado en mil y una empresas gobernadas con mano de hierro; con mano de hierro pero solo, hasta el punto de que el consejo y el resto de nobles, preparados y dispuestos para acatar sus órdenes, se limitan a desempeñar tareas menores. Nada salvo lo más superfluo les es encomendado.

Desconfía, por sistema, de cuantos le rodean. Solo unos pocos, los para él más notables, gozan de una confianza que no ha de estar exenta de reservas. Y en lo que a respeto se refiere, únicamente lo siente sin concederlo por aquellos que en cierto modo comparten sus mismos dones. Y sabedor de lo que podía acarrear la cercanía de tales espíritus, tiene a bien mantenerlos lo más alejado posible.

En definitiva, y para concluir, decir que es este un hombre despierto. Un diplomático que sabe, como pocos, hacer buen uso de su mano izquierda. Un cortesano que, dados los tiempos que corren, ha caído en la cuenta de que la discreción está llamada a ser un poderoso aliado, un preciado salvoconducto al que aferrase mientras discretamente crecen sus recursos sin despertar sospechas o incomodidades.

He aquí mi retrato de un gigante que crece sin detenerse, ajeno a nuestro conocimiento, y junto a él la advertencia que muchos conocen pero todos ignoran:
“Llegará el día que salga a la luz cuanto se incuba en silencio. Y ese día, vasallos, señores y la misma Orden, conocerán el temor".

N. autor:Extraído de “Algunas verdades palpables que nadie se atrevió a decir”, del capítulo titulado, “Engendros de luz”, en el que acomete abiertamente contra algunas de las más célebres figuras del panorama político.

Retratos de amores prohibidos (Lanaiel)


UNA SEGURA INCERTIDUMBRE


Sólo al no tenerte
alcanzo a entender la necesidad de tu compañía,
y con tu partida
nunca sabré si tú albergabas motivos
o yo culpa alguna.
Te has ido sin más,
y, de este modo,
únicamente puedo tener certeza de mi soledad.

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ENCARNANDO LA UTOPÍA

Tú eres la representación viviente
nacida de una oda a la belleza
que un dios creó en la cima de su inspiración
llevado por el sueño de un amor inalcanzable.

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Sentencias (Varios autores)

Encontrándome en los momentos que preceden al ocaso de mi existencia, descubro que solo me resta el morir para alcanzar la plenitud deseada. Y mientras permanezco a la espera, contemplando la brevedad con la que mi tiempo se agota, me consagro acunando venturosos recuerdos con la tranquilidad que alberga todo aquel que no dejó atrás nada inconcluso.


Ólonam

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Enclaustrados vivimos a la sombra de un pasado incierto, respetando las tradiciones inmemoriales que ahondaron en nuestro espíritu como fuertes raíces que hace algún tiempo comenzaron a pudrirse. Nos atenemos a efímeros recuerdos de prosperidad que nos negarán toda grandeza venidera. El pueblo necesitado desea mitigar su hambre alimentándose con la savia de nuevas ideas. Si no conseguimos romper con estas pautas tan firmemente establecidas y avanzar a la búsqueda de nuevas soluciones a problemas nuevos, soñar con nuestro pasado será el único motivo de alegría...



“El Libertador”

Sembrando verdades que buscaran la luz (Sunainen)




CEGADOS POR LA RAZÓN

¿Cómo explicar a alguien carente de prejuicios que debe someterse a los insustanciales dictados que la fe impone?





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Citas y poemas (Varios autores)



MATICES

Cuán desconcertante resulta comprobar el grado de dualidad que puede mostrarnos un acontecimiento que siendo producto del infortunio consigue, a su vez, verse bendecido por la inocencia y maldecido por la razón.


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28/7/08

Algunas verdades palpables que nadie se atrevió a decir (Ólonam)



CAZADORES DE SALÓN



No había tregua en este singular frente donde sin descanso se libraban cruentas y encarnizadas luchas, las cuales estuvieron siempre privadas de la sinceridad y el honor, por resultar este un lastre demasiado pesado en el ascenso hacia una posición social ventajosa.
¿Cuántos hubo que, para elevarse, reptaron por los cadáveres de reputaciones tiempo atrás mancilladas de ilustres personajes ya olvidados, pues perecieron sobre aquel fastuoso y cruel campo de batalla de miradas y sonrisas?

Armados todos ellos con su ingeniosa maldad se disputan la supremacía de sus familias, convirtiéndose en enemigos declarados de cualquier miembro no perteneciente a su casa, hiriéndose con lenguas afiladas e impregnadas en un veneno segregado a partir de la envidia y el odio contenido en la negrura de sus almas, con el que arrancar secretos, desvelar confesiones o conocer las debilidades de las presas que se propusieran abatir.


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Al surcar en peregrinaje caminos de espinas (Lanaiel)

OBSESIÓN

"Solo cuando hemos dejado de esperar aquello que anhelamos,
somos capaces de sentir el verdadero valor de su llegada".

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Primer acercamiento a lo que será el mapa de la isla principal

Bueno pues tras una charla con uno de lo que me estais leyendo, (Ernesto) sobre geogracia de la isla principal de la novela me mandó esto, un primer acercamiento de lo que podría ser el mapa, (aunque en principio era para orientarme y no comenter errores a la hora de plantear ubicaciones y desplazamientos).

No me había fijado, pero es como una especie de Andalucía, con sus ocho provincias y todo (no es premeditado, de hecho no es ni seguro que al final sean ocho).

Pues por ahí lo dejo, así si se arrancais a leer, podreis darme una opinión con respecto al tamaño, la ubicación o lo que sea.

Un abrazo, nos leemos.

27/7/08

Apéndice Part 1. Cap 2. (2)

PALABRAS DEL LIBERTADOR


Enclaustrados vivimos a la sombra de un pasado incierto, respetando las tradiciones inmemoriales que ahondaron en nuestro espíritu como fuertes raíces que hace algún tiempo comenzaron a pudrirse.

Nos atenemos a efímeros recuerdos de prosperidad que nos negarán toda grandeza venidera.

El pueblo necesitado desea mitigar su hambre alimentándose con la savia de nuevas ideas.

Si no conseguimos romper con estas pautas tan firmemente establecidas y avanzar a la búsqueda de nuevas soluciones a problemas nuevos, soñar con nuestro pasado será el único motivo de alegría...

26/7/08

Preludio, (2º pasaje del Cap 2)

La Casa del Señor de Bánum: Festejos (continuación)



El resto de invitados, la gran mayoría, danzaban sobre las raíces del árbol que bajo sus pies se representaba en un singular mosaico, fieles seguidores del son que imprimían los músicos, los cuales, debido a su condición, permanecían al abrigo de miradas, como entes invisibles de los que renegaran los ojos.

Con denotada maestría aquellos instrumentos terminaron por unirse en singular conjunción a la tersura de un coro de voces primorosas, para elevarse y entonar un himno desde el recóndito lugar al que se desterró su presencia. Fue así como la música comenzó a manar de cada uno de ellos, para crear una melodía sobria y pausada que, debido a su forma etérea, parecía provenir de todas partes, no existiendo para ella ningún lugar inalcanzable.


Durante el desarrollo de la canción, su estructura fue cambiando, retorciéndose progresivamente a medida que le iban añadiendo absurdos ornamentos e incansables florituras que la empobrecían, hasta que en un alarde de singular virtuosismo acabaron por desfigurar la hermosa sencillez que en sus comienzos expuso la armonía.


Todo lo que allí se encontraban, ya fuesen indumentarias, adornos, música o baile, al igual que el comportamiento de los asistentes, permanecía imperecedero, inmutable al paso del tiempo, siguiendo una perfecta simetría temporal; como si a grandes rasgos repitieran una y otra vez la misma fiesta, llevados por el peso de unas costumbres que se veían obligados a acatar. Costumbres que fueron duramente criticadas en numerosos discursos que “El Libertador” dio al pueblo.

Apéndice Palabras del Libertador


http://angelpalabras.blogspot.com/2008/07/apndice-part-1-cap-2-2.html

Unánimemente eran deudores de la tradición: desde el joven criado que vestido con sobriedad se ocupaba de servir, hasta los más ancianos caballeros, quienes, tras sus canas, escrutaban en todas direcciones, y aguzaban la vista con sus diminutos ojos entrecerrados, intentando identificar las confusas formas que se movían a su alrededor.


A veces, cuando casualmente coincidían dos o más de aquellos ajados supervivientes del tiempo, salían a relucir vetustas historias que eran narradas una y otra vez, ya que entre ellos cualquier ocasión era buena para dicho cometido.


Se dejaban llevar por la calidez de sus recuerdos, y apoyándose en la firme mano del entusiasmo, se mostraban henchidos de un orgullo inmortal; siendo este usado como un estandarte bajo el cual se hermanaban para protestar con energía, proclamando hasta la saciedad en airados monólogos el relegado valor de un tiempo pasado que únicamente subsistía amparándose en los débiles e imprecisos retazos que aquellas reliquias vivientes se afanaban en atesorar con cuanta intensidad les era permitida a sus memorias en declive, las cuales habían sido condenadas de antemano a una inminente extinción. Pero, aun siendo sabedores de la intranscendencia de su legado, seguían con las interminables peroratas, movidos por la alentadora pasión de antiguas alegrías. Y una tras otra eran relatadas historias que debían atestiguar verdades que para ellos eran del todo incuestionables, las cuales solían ir dirigidas principalmente a jóvenes caballeros, ya que a su temprana edad no poseían la insensibilidad necesaria para desoírlas abiertamente; y, comprometidos por el decoro, soportaban con estoicidad aquella situación que tan desagradable se presentaba.


Otro grupo que a destacar era el conformado por las tempranas doncellas, encontrándose entre ellas muchas a las que, a criterio de los predecesores, les había llegado, independientemente de su edad, el momento en el que debían desprenderse de una niñez ahora improductiva. En vista de lo cual se engalanaban para la ocasión con un vestido ceremonial que las hacía resaltar, entre la diversidad de matices que el resto lucía, por la homogeneidad de su color y la carencia de todo adorno visible, ya que, según la tradición, sólo se les permitía exponer en su pecho una cerrada flor carmesí. Esta, al tiempo que daba fe de su pureza, se mostraba como un sutil reclamo que pregonaba que la veda, que hasta ese día impidió comerciar con su virtud, estaba abierta. Hecho que, en ocasiones, despertaba en cualquier asistente maldecido con una humanidad en desuso una rebeldía eclipsada por el temor, subyugándose sus sentimientos al contemplar la malsana magnitud que alcanzaba aquella frialdad antinatural ante la que irracionalmente todos permanecían impasibles.


Allí cada uno ocupaba su lugar establecido, cumpliendo rigurosamente con el protocolo que la situación requería, excepto una joven cuya discrepancia hacía que recayeran sobre ella gran parte de las miradas de desdén.

Entre tanto, la suya, que parecía ajena a todas estas, trataba sin éxito de perderse allende las decoradas vidrieras sobre las que apoyaba sus manos como si quisiera ir más allá del cristal. Mas infranqueables barreras impedían su liberación, sintiendo que, de no estar esta última ante ella, trataría inútilmente de echar a volar como un pájaro con las alas rotas.



Y fueron estas negaciones que la forzaban a vivir las mismas que, desde su exuberante prisión, condenaron sus ojos a la inerte vigilia del horizonte, esperando anhelante poder hallar en él el regreso de alguien que no hace mucho había marchado de su lado.



UNA SEGURA INCERTIDUMBRE



Sólo al no tenerte
alcanzo a entender la necesidad de tu compañía,
y con tu partida nunca sabré
si tú albergabas motivos o yo culpa alguna.
Te has ido sin más,
y, de este modo,
únicamente puedo tener certeza de mi soledad.


Lanaiel


Aún siendo la ausencia y el pesar los indeseables moradores que hacían languidecer su mirada, todavía perduraba en sus ojos el deslumbrante reflejo de una tremenda hermosura, ¿cuántos hombres hubieran dado o quitado una vida por ser merecedores de su favor?, ¿por conseguir tomar, en prenda de amor, la confesión de una mirada y poder ver en ella el destello de una ardiente pasión de la que poder ser objeto? Ella era esplendorosa en todo su ser, como una ardiente caricia para los sentidos. Y aunque otras mujeres hubo dotadas de encantos más que sobrados para despertar en los hombres las más idílicas pasiones, ninguna de ellas tuvo jamás sus ojos. No existió otra que pudiera albergar en ellos la profunda magnificencia de su dulzura.





ENCARNANDO LA UTOPÍA

Tú eres la representación viviente
nacida de una oda a la belleza
que un dios creó en la cima de su inspiración
llevado por el sueño de un amor inalcanzable.



Lanaiel


A pesar de que se hallaban reunidos en la misma estancia algunos de los personajes más eminentes de cinco de las siete grandes casas, cuanto allí ocurría carecía de la menor trascendencia. Era como si aquella compleja y cautivadora melodía atestada de notas, venida a sumarse a un sinfín de placeres mundanos, actuara ahora sobre sus embotados sentidos como un eficaz supresor del pensamiento que conseguía, sin poner demasiado empeño, privarlos de gran parte de su voluntad, reemplazada para dicha ocasión por una hilarante simpleza que lograba hermanar linces con asnos y a buitres con águilas. Tanto unos como otros terminaron inmersos en la alegría propia de comedidas risas y discretos bailes, ofreciendo sin el menor pudor un desproporcionado tributo a la misma banalidad que les impedía advertir las recientes ausencias que hubieron de producirse en torno a ellos.

25/7/08

Apéndice Part 1. Cap 2. (1)

CAZADORES DE SALÓN



No había tregua en este singular frente donde sin descanso se libraban cruentas y encarnizadas luchas, las cuales estuvieron siempre privadas de la sinceridad y el honor, por resultar este un lastre demasiado pesado en el ascenso hacia una posición social ventajosa.

¿Cuántos hubo que, para elevarse, reptaron por los cadáveres de reputaciones tiempo atrás mancilladas de ilustres personajes ya olvidados, pues perecieron sobre aquel fastuoso y cruel campo de batalla de miradas y sonrisas?

Armados todos ellos con su ingeniosa maldad se disputan la supremacía de sus familias, convirtiéndose en enemigos declarados de cualquier miembro no perteneciente a su casa, hiriéndose con lenguas afiladas e impregnadas en un veneno segregado a partir de la envidia y el odio contenido en la negrura de sus almas, con el que arrancar secretos, desvelar confesiones o conocer las debilidades de las presas que se propusieran abatir.



Ólonam.

21/7/08

Preludio, (1º pasaje del Cap 2)

La Casa del Señor de Bánum: Festejos



CEGADOS POR LA RAZÓN

¿Cómo explicar a alguien carente de prejuicios que debe someterse a los insustanciales dictados que la fe impone?



Sunainen


Allí, en la ilustre y suntuosa mansión del Señor de Bánum, se celebraba una fiesta. Otra de tantas en las que solían menudear este tipo de eventos.

Escasos instantes habrían de transcurrir para que diera comienzo la tarde del segundo día, momento en que se vería sobrepasado el ecuador de tan prolongada ceremonia. En esta ocasión, el motivo oficial del festejo era el retorno de las naves mercantes tras un largo y fructífero viaje de negocios. Aunque, a decir verdad, este hecho no era más que un singular reclamo, un ingenioso ardid comercial, usado para reunir bajo un mismo techo a las familias más ricas de la isla.

Llegados estos días, dicha casa se llenaba de exóticos e insólitos productos, convirtiéndose en un gigantesco bazar de exposición. En torno al género que allí se exponía no faltaban hombres y mujeres vestidos con extravagantes trajes, siempre dispuestos a endulzar los oídos de todo curioso que, ávido de saber, reclamaba que le fuera narrada la historia de cada pieza y del lugar del que provenía. Y una vez endulzados, hasta que la voluntad terminaba por sucumbir al verbo, tomaban nota de cuanto interesara adquirir en este sofisticado mercado concebido para la alta sociedad.

Por otro lado y de hacer buen tiempo, y nada parecía indicar lo contrario, el resto de los festejos de días sucesivos acontecería en el exterior, lugar donde se llevarían a cabo actividades dotadas de mayor dinamismo y un remarcado carácter lúdico. Eran muchos los que esperaban ansiosamente la llegada del que para ellos estaba llamado a ser el momento álgido: “Los juegos”; en el que dejando atrás todo recato se convertían en testigos o partícipes de un espectáculo de sangre y muerte; un santuario de dolor donde a causa de las apuestas importantes sumas cambiaban de mano. Aunque en cualquier caso, los numerosos banquetes y acostumbrados bailes, del mismo modo que el resto de los eventos, no eran más que una ínfima parte de la elaborada quimera cultural. A estos invariables programas venían a sumarse, tras contar previamente con el beneplácito de La Orden, otras tantas actividades originarias de tierras extranjeras, las cuales solían ser llevadas a cabo por esclavos que formaban parte de la mercancía.
Esta era la manera empleada por el Señor de Bánum para atenuar el halo de vulgaridad que, muy de tarde en tarde, él mismo confería a su casa.
En torno a aquella barahúnda de espectáculos y exposiciones, podían verse congregados a más de un centenar de asistentes de diversos lugares, no faltando entre ellos la presencia de al menos una embajada de cada una de las otras grandes casas, y de muchas de sus prefecturas, además de algunos miembros destacados de La Sagrada Orden.

Tras el almuerzo, y en espera de la cena, tan ilustre turba fue dirigida al interior de una fastuosa estancia circular, contigua a la anterior, dedicada íntegramente a la música y demás actividades ociosas. Y allí confluyeron, coexistiendo en una forzada armonía, en tanto que un refinamiento hipócrita que todos usaban a menudo, y sin el menor pudor, como moneda de cambio, se mostraba como obligado anfitrión de estos cotidianos eventos.

En el centro de la estancia, como si brotara del mismo suelo, se alzaba, a modo de obelisco, una talla descomunal que representaba en piedra el árbol de la vida. De ella surgían varios arcos irregulares, reproduciendo con fidelidad gruesas y largas ramas de las que asomaban numerosas bifurcaciones pobladas de hojas forjadas en oro, con las que habían tratado de otorgarle grandeza y atenuar la fría sobriedad que la roca le confería. Tales apéndices iban decreciendo en grosor hasta entrar en comunión con cinco figuras de bronce situadas en los extremos de la habitación. Pero no como si fueran atrapados o atenazados por ellas, sino más bien como si quisieran protegerlos, revelando la firme delicadeza de un padre orgulloso que abrazara a su prole recién nacida, y reflejara con tan conmovedora acción la calidez de un instante inigualable.

Cada una de las estatuas venía a representar un periodo que debía fluir en el ciclo de la vida. Etapas ineludibles que todos y cada uno deberíamos vivir para alcanzar total plenitud y poder decir que al concluir nuestros días, que la existencia, como tal, había sido completa. Aunque muchos hubo que sin seguir estos preceptos, dijeron hallarse a un paso de alcanzarla, entre los que se cuenta Ólonam, recordado por aquel comentario que hizo público antes de morir: “Encontrándome en los momentos que preceden al ocaso de mi existencia, descubro que solo me resta el morir para alcanzar la plenitud deseada. Y mientras permanezco a la espera, contemplando la brevedad con la que mi tiempo se agota, me consagro acunando venturosos recuerdos con la tranquilidad que alberga todo aquel que no dejó atrás nada inconcluso”.

Sobre aquellas esculturas, llamadas a encarnar los frutos que del árbol brotaban, se derramaba agua a modo de bendición. En su constante fluir, aquel valioso elemento terminaba deslizándose por los pedestales en los que descansaban, hasta pequeños estanques que rodeaban sus bases, lugar donde el caudal se aquietaba, al tiempo que se veía de alguna manera glorificado.

La sala en cuestión estaba desprovista de techo, permitiendo así que sus asistentes pudieran ser bendecidos por los cálidos rayos del sol.

Tanto hombres como mujeres lucían con solemne majestuosidad sus ampulosas vestiduras, encontrándose entre los atuendos de los presentes una sorprendente diversidad.

Aquel inigualable elenco estaba compuesto en la mayoría de los casos por ostentosos trajes de vivos y abundantes colores, cargados de adornos y abalorios, los cuales parecían absorber la luz irradiando leves destellos de múltiples matices en completa concordancia con la decoración que a su alrededor se manifestaba. Sólo La Casa de Úrman gozaba de una discreta elegancia que, a ojos del resto, resultaba incomprensiblemente vulgar.Entre los asistentes se mostraba cierta propensión a formar infinidad de grupos reducidos que, con una privacidad parsimoniosa, no cesaban de dirigir miradas y comentarios hacia otros tantos con maliciosa sutileza. Tan insano hábito fue referido con reprobatoria actitud por Ólonam en uno de sus textos, al que dio el nombre de “Cazadores de salón”. (continuará...)

Apéndice Cazadores de salón




Bibliografia del mundo





Nota del autor: en los enlaces debajo de cada titulo podreis acceder a la compilación de citas en el libro del que fueron sacadas.


"El libro de Nohas", (Aínbhar Dáhun)

"Al mirar más allá de lo que a la luz se esconde", (Dalial)

“Hospitalidad y protocolo, doctrinas para una existencia", (Dalial)

“Tratado sobre el conocimiento del hombre”, (Garin)

“Retratos de amores prohibidos”, (Lanaiel)

"Al surcar en peregrinaje caminos de espinas”, (Lanaiel)
http://angelpalabras.blogspot.com/2008/07/al-surcar-en-peregrinaje-caminos-de.html


“Lamentos”, (Lanaiel) este último con el seudonimo de Nidonae, (en la lengua de los antiguos: ser la voz de muchos).

"Sentir la vida", (Sulian de Edar)

"Algunas verdades palpables que nadie se atrevío a decir", (Ólonam)http://angelpalabras.blogspot.com/2008/07/algunas-verdades-palpables-que-nadie-se.html

"Sembrando verdades que buscaran la luz", (Sunainen)

"Citas y poemas" (Varios autores)http://angelpalabras.blogspot.com/2008/07/citas-y-poemas-varios-autores.html

Glosario de personajes

Por aquí iré dejando constancia de los personajes que vayan saliendo, y algunos datos sobre ellos para clarificar un poco más la cosa. (estoy a ver como lo enfoco, se aceptan sugeriancias. ;-)

Y bueno ya me decis que os parecen los nombres, (hay algunos que no me terminan de convencer o me suenan demasiado parecidos ahora que los veo tan juntos).


La Casa de Alerna

AÍNBHAR DÁHUN: sobrino de DALIAL y primo de LANAIEL, juglar errante.

DALIAL: Señor de la Casa, erudito y poeta.

ELIADAR: joven cortesano.

ILDEMER: hermano difunto de DALIAL y antiguo regente.

LANAIEL: hijo de DALIAL, heredero de la Casa, erudito y poeta.

SILAK: caballero y amigo que vela por la seguridad de AÍNBHAR DÁHUN


La Casa de Bánum

AFDERIÓN: hijo de ASNEGAL y ANZEA, afincado en Tharin

ALDEBAR: Señor de la Casa, conocido como “El principe mercader”.

AMLHA: dama de compañia de ILIANDRA, y antigua prometida de ELDRAN TÁRGON.

ASNEGAL: primo de ALDEBAR y embajador en Tharin.

ANZEA: esposa de ASNEGAL, afincado en Tharin.

BÓROM ETLAN: yerno de ALDEBAR, y portador del emblema de Torain.

DELHAS: cortesano enviado como embajador a Alerna.

ELDRAN TÁRGON: antiguo capitán de la guardía, y posteriormente paladín de la ILIANDRA, que fue condenado al destierrro.

GARIN: cortesano mayor.

HIREYA: cortesana de Bánum casada con IKNEMER, hijo de LEINOS.

ILIANDRA: hija única de ALDEBAR.

LA SOMBRA: sicario y hombre de confianza de ALDEBAR

REAS: cortesano y tio de HIREYA, enviado como embajador a Einor.


La Casa de Dornas


La Casa de Einor

ALDERIAN URMALIK: padre de THANÁRIK.

DRUNEL LIBORNAE: Señor de la Casa.

ERATÓN: hijo de HIREYA

IKNEMER: hijo de LEINOS y esposo de HIREYA

LEINOS: hermano de DRUNEL LIBORNAE.

ÓLONAM: difunto heredero.

THANARIK URMALIK KRIN: hijo de Alderian.

TEORSEN: difunto capitán de Einor.



La Casa de Odrun


La Casa de Tharin


NIGTEL: hija de TIFAREY, hermana de SIONEL y esposa de AFDERIÓN.

SIONEL: Señor de la Casa.

TIFAREY: Señora de la Casa, y madre SIONEL.

SYLHAR: cortesano y artista.


La Casa de Urman

SULMÁN ADERAC: señor de la Casa.

NERAS FAREY: hija de SULMÁN ADERAC.

SULIAN DE EDAR: antiguo campeón de la Casa, poeta y guerrero.

ONUN DELTE: hijo de SULMÁN ADERAC.

ÚLBEN IKNUAR: campeón y paladín de la Casa.


* La Casa de Sionel

IKDERIÓN: paladín y administrador de la Casa.

GUARDIÁN 1 (PENDIENTE):

GUARDIÁN 2 (PENDIENTE):

(PENDIENTE): hijo de IKDERIÓN

* dicha casa es meramente protocolaria.


Sin familia

IRNIA: mujer de TEORSEN.

RANDAL: esclavo de la Casa de Bánum.

OSMAINIL:


La Orden de los Hermanos de la Sangre

DUMBAR: Guardian del sello de La Casa de Urman.

EKEL: Guardian del sello de La Casa de Tharin.

INDHAR:Guardian del sello de La Casa de Einor.

MANIOR: capitán de los Heraldos del Sol.

ORNAS: Guardian del sello de La Casa de Alerna.

(ya se lo pondré): Guardian del sello de La Casa de Bánum.

(ya se lo pondré): Guardian del sello de La Casa de Dornas.

(ya se lo pondré): Guardian del sello de La Casa de Odrun.


Isleños del sur


xxxxx(pendiente de darle nombre)

20/7/08

Apéndice Part 1. Cap1. (1)






MATICES (Apéndice)

Hacía ya tres días que el niño comenzó a apagarse lentamente, creció su lasitud y le abandonó la visión. Fue entonces cuando, pese a la ausencia de dolor, tuvo miedo. Pero este se vio prontamente atajado por aquella borrosa sombra que, recostada sobre él, le hablaba con una dulce voz que en nada difería de la de su madre, la cual le refirió, con parsimoniosa quietud, una historia que, por su proximidad, perduraba en el recuerdo del niño. En ella se hacía mención de su abuelo recientemente fallecido, y de cómo había tenido que apartarse de ellos. Le contó que este fue tan bueno durante el transcurso de su existencia, que los dioses tuvieron a bien llevárselo para convertirlo en una estrella.


Solo cuando este hecho fue referido, la dama se dispuso a seguir. Y mientras retenía con estoicismo el mar de lágrimas que se agolpaba en sus ojos, hizo ver al infante que debía estar contento, porque ahora era a él a quien pretendían premiar; muy pronto sería una pequeña estrella que ocuparía un lugar a su diestra.

Dicha aseveración hizo que aquel muchacho esbozara una apagada y sincera sonrisa de complacencia, tras la que se limitó a preguntar haciendo acopio de sus exiguas fuerzas: “¿Yo, al igual que el abuelo, no podré regresar?” A lo que la madre respondió: “No será necesario, ángel mío, tu padre y yo iremos muy pronto a verte”. Y satisfecho con la respuesta cerró los ojos, entregándose dulcemente a la muerte.

Aun cuando la vida se apagó del todo, hubo de perdurar plenamente en su rostro la luz de una expresión fruto de la más cándida inocencia.

Preludio, (cap 1)



Bendecido por la inocencia, maldecido por la razón
OBSESIÓN

Solo cuando hemos dejado de esperar aquello que anhelamos, somos capaces de sentir el verdadero valor de su llegada.

Lanaiel


Aquella mañana, tras dar fiel cumplimiento a las tareas impuestas por sus mayores y exenta ya de toda labor, la campesina corrió hacia la puerta que daba a la calle y, aferrándose con ambas manos al pomo, consiguió su anhelado propósito en el primer intento. Así fue como libre de ataduras, este inquieto espíritu salió presuroso al exterior, y mientras realizaba la rutinaria revisión de un entorno que había permanecido prácticamente inmutable durante sus cuatro años de existencia, descubrió algo que la llenó de júbilo, quedando enaltecida su emoción al verse vivamente condicionada por el grato recuerdo que hará unos meses nació del encuentro con una visión similar.

Sin saber cómo ni por qué, allí estaba, esperándola, ofreciéndose íntegro a ella. De este modo, lo que hubo de ser acogido por las gentes de la aldea como una gran desgracia, se mostró, debido a la falta de sentido propia de los pocos años, como algo providencial.
Quiso el destino que la tarde anterior fuera el momento señalado para que convergieran diversos sucesos, estando cada uno de ellos llamado a ser un claro condicionante de su origen. Un origen que, dadas las circunstancias, era tan insólito como contraproducente.

A medida que, con visible demora, fueron llegando a la aldea las exiguas provisiones que habían de ser repartidas con ecuanimidad entre los habitantes, comenzaron a verse en el cielo los primeros indicios de que el día tocaba a su fin. El macilento sol así lo anunciaba. Y al tiempo que este se precipitaba inexorable en el horizonte, la agorera luna ocupaba con discreción su lugar. Al tomar conciencia de ello, los campesinos, alentados por el temor, redoblaron esfuerzos para remontar la acusada pendiente antes de que les fuera negado el amparo del astro rey. Y cuando aquella labor estaba próxima a finalizar la rueda del último carro se rompió, haciendo caer la carga con tan mala fortuna que uno de los barriles, que contenía el agua, rodó por la cuesta, y tras precipitarse contra una roca, se hizo pedazos, quedando el contenido a merced de la tierra.

De esta desgracia pasada que despertó lamentos y lágrimas no hubo de quedar más huella que los exiguos restos de un perecedero charco, que durante un breve espacio de tiempo dejaría aquel terreno embarrado. Solo ella entre los aldeanos supo mirarlo con otros ojos, y, presa de una emoción que no podía ser contenida, corrió hacia lo que tras la noche hubo de quedar de él y, arrodillándose en su margen, comenzó, con una deslumbrante sonrisa en los labios, a introducir sus diminutas manos para extraerle porciones de barro, con las que trató de recrear cuanto su imaginación le demandaba.

Largo rato permaneció allí, ajena al pasar del tiempo y entregada por entero a tan placentero juego, hasta que un intangible elemento externo llamó poderosamente su atención.

Una a una, como si cadenciosamente se desgranaran las uvas de un prominente racimo, llegaron hasta oídos fáciles de impresionar las notas destinadas a convertirse en el preludio de una alegre melodía. Pero fue cuando tomó conciencia de que más allá de esos sonidos iniciales empezaban a entreverse los primeros signos de una canción, que alzó la cabeza y se quedó muy quieta buscando su procedencia, la cual no podía ser otra que la mansión que sobre el risco regentaba el Señor de Bánum.
Pese a todo, esta situación duró un instante ya que, alentada por la sucesión de vivaces acordes, se puso raudamente en pie, y dentro del charco comenzó a bailar mientras sin demasiado éxito trataba de tararear aquella alegre y compleja melodía que la acompañó esporádicamente durante su primera infancia; habiendo esta de transcurrir con toda la felicidad permitida por sus privaciones, ajena a las vicisitudes que habría de traer consigo el paso de los años.

MATICES

Cuán desconcertante resulta comprobar el grado de dualidad que puede mostrarnos un acontecimiento que siendo producto del infortunio consigue, a su vez, verse bendecido por la inocencia y maldecido por la razón. [1]

[1] N. del autor: Pensamiento llevado a las letras por el médico que atendía a la familia que regentaba la desaparecida Casa de Ódrun, tras ser testigo de cómo la señora de dicha casa cruzaba con su hijo menor las últimas palabras que le serian permitidas antes de que le sobreviniera la muerte.
Apéndice Matices

Presentación

Ardua pero provechosa ha sido esta etapa de mi existencia en la que las líneas que os disponéis a leer han tomado prestados unos años de mi vida, que yo gustosamente cambié por la dicha y el orgullo que experimenta todo creador que ama su obra. Y dado que desde el principio no ansiaba otra cosa que disfrutar su creación y llegar a verla terminada, creo que puedo decir que mis metas han sido sobradamente alcanzadas, al haber obtenido de ella una imperecedera satisfacción personal.

Ahora solo albergo la ilusión de saber que, entre todos aquellos que hubieran de leerla, haya al menos uno a quien con ella consiga arrancar una lágrima o tan siquiera una sonrisa que me sirva de confirmación, y así saber que para alguien más, esto ha merecido la pena.