27/2/09

Al despertar la llama de sentimientos dormidos, 20º pasaje, Cap 6

―Sea ―respondió el heraldo a regañadientes, sin dejar de mostrar el desagrado por tener que tomar semejante decisión―. Tendré a bien concederos vuestra petición. El bloqueo que pesa sobre su persona se levantará en el momento en que vuestro tutelado, como es costumbre, empeñe su palabra de no ausentarse hasta que dicho tema quede zanjado.

«La primera parte está hecha. Mas no conviene mostrarse condescendiente, podría tomarlo como un signo de sometimiento».

―¿No creéis que resulta ofensivo el pedir la palabra de aquél… ―comenzó a decir Garin, antes de verse interrumpido por su airado antagonista.

―¡Nadie pretende ofender poniendo en tela de juicio la honradez de su palabra! ¡Ni he de ser quién, para cuestionarlo sin que hubiera para ello un motivo probable! Me ciñó a los parámetros establecidos para estos casos ―declaró tajante, aviniéndose con resolución a las leyes, para que esta decisión no suscitara malentendidos que dieran pie a un posible agravio. Y antes de que el cortesano pudiera hacer frente a la adusta firmeza contenida en las últimas palabras de aquel formidable envite, la mano de Sionel se posó con afecto en su hombro, eximiéndolo, con cuanto tacto le fue posible exteriorizar, de su deber para con él mientras ésta permaneciera allí.

25/2/09

Al despertar la llama de sentimientos dormidos, 19º pasaje, Cap 6

Y tras el obligado silencio en honor de la improvisada plegaria que los relegó al papel de mudos espectadores, el heraldo restableció la conversación con sobriedad.

―¿De cuántos hombres podéis prescindir? ―preguntó el capitán, sin acogerse al protocolo y con cierto aire circunspecto y amargo producido en parte por la extenuación.

«Parece que pese a todo entresijo la situación termina, previo pago de una vida, prestándose a mis propósitos. En cualquier caso, una ofrenda tan pequeña siempre resulta viable».

―De todos. ¿De qué habrían de servirme aquí? No estoy expuesto a ningún mal. Y de estarlo, ¿no os correspondería a vos y vuestros hombres velar por mi seguridad? ―se apresuró a responder, mostrándose tan seguro de la respuesta, como sorprendido por la pregunta.

Pese ha no hallarse carente de lógica, el modo de contestar no agradó al heraldo. A su criterio la espontaneidad y el tono parecían atribuir a la consulta claros tintes de absurdez. Y aunque la primera intención fue reaccionar con hostilidad se contuvo, no apreciando al escrutarle el rostro el más leve vestigio de que esa arrogancia pasiva se blandiera adrede.

EL PESO DE LO IRREPROCHABLE

A veces llega a causarnos más daño la verdad en boca de un enemigo, que el ser objeto de sus ofensas, puesto que éstas siempre han podido ser solventadas con sangre o palabras, mas huelga decir que ante una verdad incuestionable, solemos quedar condenados al peor de los silencios.

Tekil Zu

23/2/09

Al despertar la llama de un sentimiento dormido, 18º pasaje, Capitulo 6

«Estaba de los dioses que ocurriera, y me es imposible desoír el requerimiento si alguien como él me lo pide de esta manera. Negarme, ante algo que pudiera parecer tan simple, constituiría un agravio directo».


―Aun a riego de importunar, he de pediros que prestéis oídos a la solicitud que he de haceros y de igual forma os concierne, ya que tan importante como nombrar a un nuevo maestro de ceremonias, es que desalojemos al que lo fue antes que el jardín vuelva a ser transitable ―advirtió con una afabilidad que hacía que, tras aquella protocolaria petición, asomaran los aparentes trazos de una súplica comedida.


―Sabéis que nada puede hacerse al respecto. El cuerpo ha de permanecer hasta el alba. Con su llegada se desalojar los restos y que pueda ser visto o no habrá de quedar en manos del destino ―respondió tajante.


«¡Vuélvete, maldito seas! No soy quién te lo pide».


―Disculpad mi insistencia, ¿pero no existe el modo de que os mostréis más indulgente en honor a quién os lo pide, y la forma en que se presta ha hacerlo? ―preguntó, tratando de captar la atención del que aún le daba la espalda.


―Cómo ya os he dicho... ―comenzó a responder el capitán, visiblemente importunado mientras se volvía; mas al hacerlo, toda acritud expuesta en sus palabras murió junto con éstas en su boca, al tomar conciencia de hasta que punto la solicitud era importante.


Por más que intentó mantenerse impasible, se vio desbordado por emociones tan poco comunes en él como la sorpresa y la admiración. Hondamente caló en su persona semejante visión, tanto que, pese a que los ojos llorosos e irritados eran un síntoma subsiguiente de todo el que entrara en comunión con los dioses, no faltó, hallándose éstos tan propensos a ello, el que alguna de las fugaces lágrimas fuese vertida en honor al grado de implicación de un caballero que, ostentando un cargo equivalente al suyo, denotaba en la petición conmovedora humildad.


―Es decisión mía que cuanto tenga que hacerse con el cuerpo delegue al alba en aquél que por vuestra boca lo pide.


»Haced saber a vuestro señor que, salvo para el que venga con el caballero, la apertura del jardín se demorará ―estableció el capitán de los heraldos, con la suficiente displicencia como para que la inherente pesadumbre de aquella situación se viera convenientemente atenuada.


«No lo hace por mostrar condescendencia. Percibo honestidad, y como reprime la emoción producida por la nobleza del gesto. La bestia tiene alma y un corazón aprensivo. Bien hiciste al esconder tras tus maneras una debilidad tan grande».


―Pese a lo contrariado que el Señor de Bánum habrá de quedar, no dudo que se hará cargo y tendrá en cuenta vuestra deferencia. Permitid, hasta que el momento hubiera de llegar, que sea este humilde siervo el que os lo agradezca en su nombre ―dijo el anciano, que ofreció, junto con las palabras de reconocimiento, una profusa reverencia.


Dado el consentimiento el caballero se puso en pie con su capa extendida sobre el antebrazo, para, acto seguido, desprenderse del broche que la sostenía. De este modo exponía a los fortuitos testigos lo que improvisadamente sería usado como sudario para atenuar la vergüenza del cuerpo caído, y cobijarlo, en la medida de lo posible, de las inclementes miradas e ingratos comentarios de los que junto a él tendrían que pasar la noche. Tras este significativo gesto y a una señal de capitán uno de los heraldos salió de las filas, para iniciar, exento de toda ceremonia, el camino hacía la salida, sin condicionamientos a adoptar actitud alguna; y a cierta distancia el caballero le siguió. Sólo al encontrarse próximos al cadáver se vió el grado de compromiso por parte del escolta, que tras haber pasado junto a éste sin tan siquiera mirarlo, tuvo a bien detenerse a unos diez pasos de él, para que el caballero diera cumplimiento a tan improvisadas exequias. Dadas las circunstancias, no dispuso del tiempo para honrarlo como era menester, y es por ello que se limitó a salvaguardar los restos, a la vez que era salmodiada en su honor una brevísima plegaria, en la que pidió con humildad que se tuviera en cuenta el modo en que entregó la vida para purgar su pecado, para que parte de su virtud le fuera restituida. Y al término se reanudó la marcha sin más, dejando atrás al difunto a cada paso, pasos que se sucedieron con amargura más allá de los muros que delimitaban el jardín.

21/2/09

Premio Symbelminë


Via Entendimiento de sangre llega el premio Symbelminë

http://entendimientodesangre.blogspot.com/2009/02/premio-symbelmine.html?showComment=1234266780000]Entendiiento

“Este premio es otorgado en agradecimiento a los blogs, premiando su trabajo y como un motivo más para estrechar lazos existentes, para que así no nos olvidemos de esos blogs que hacen que cada día queramos seguir haciendo lo que hacemos”.


Mis elegidos son:
Blognovelas: http://blognovelas.es/ y para Ángel J. Blanco, por su dedicación y la entrega que pone en difundir todas las blognovelas.


Cotidiano apocalipsis: http://cotidianoapocalipsis.wordpress.com/ POr un blog lleno de pequeños canapes literarios para todos los gustos, y donde casi se puede decir que se foró una comunidad de amigos de lo más sana.


Ngc3660 http://www.ngc3660.es/ Por su labor de difusión, por su entusiasmo, y por su amabilidad y simpatia infinita.


Informe de las horas que vendrán http://generacionblog.es/informedelashorasquevendran/ a mi novela blog favorita, aunque la tenga algo abandonada. Una historia que atrapa, y con una prosa estupenda.


Blanca Miosi y su mundo http://blancamiosiysumundo.blogspot.com/ Para Blanca, por un montón de razones: por amiga, por lectora y consejera, por su entrega para con los demás, por su amor a la literatura, y por tantas y tantas cosas.


Engelke http://engelpie.blogspot.com/ por la manera tan original y personal de presentarnos sus creaciones, con esos videos acompañados por esa voz tan cautivadora.


Ociozero http://www.ociozero.com/ o más concretamente a Akhul, Pedro, Ftemplar, Darthz y el resto de compañeros que impidieron que el sueño de ocio joven muriera.




La tarea es:1. “Elegir 7 blogs o sitios de Internet que por su calidad, su afinidad o cualquier razón hayan conseguido establecer un vínculo que desees reforzar y premiar; y enlazarlos en el post escrito”2. “Escribir un post mostrando el premio, citar el nombre del blog o web que te lo regala y notificar a tus elegidos con un comentario”3. “Opcional: Exhibir el Premio en tu blog”

20/2/09

Al despertar la llama de sentimientos dormidos, 17º pasaje, Cap 6

»En consideración a tu estado te daré el beneficio de la duda. Transigiré sólo por esta vez».

―Al igual que ha sido responsabilidad de los dioses quitarle la vida a través de vos, es responsabilidad del hombre que el vacío dejado en sus deberes sea cuanto antes cubierto; que la armonía se restablezca y la existencia del resto siga convenientemente su curso.

»Cómo bien sabéis es tiempo de importantes festejos, y esa sanguinolenta masa de carne, tan ajena a vuestro interés, se encargaba de coordinar tales eventos. No dudo que apreciaréis que la necesidad de un nuevo nombramiento resulta imperiosa, sin que sea preciso, por el momento, hacer mención del motivo que a ello nos lleva. Si dicha petición se efectuara sin demora, un sucesor ocupará su lugar con las primeras luces del alba ―expuso el anciano con sobriedad, otorgando al asunto la trascendencia que precisaba.

―Que sea como decís. Tenéis mi permiso ―indicó el heraldo algo más restablecido, pero aún obligado por el decoro a dar la espalda.

Nada había que impidiera el cumplimiento de la orden, más el caballero no marchó en pos de su realización; en lugar de eso se arrodilló, en dirección al heraldo y con la cabeza gacha, al tiempo que con la mano derecha asió el filo de las vestiduras de Garin.

18/2/09

Al despertar la llama de sentimientos dormidos, 16º pasaje, Cap 6

Ante lo ocurrido no solo retornó un perdido silencio, propiciándose junto con el que los presentes se sumieran en un perturbador paréntesis temporal. Por diversas razones, todos esperaban el restablecimiento de un capitán encorvado y jadeante, aferrado con ambas manos al báculo para no caer.

Pese a la inquietud que su mera visión despertaba el cuerpo permanecía allí, quebrantado, en una postura imposible, al igual que un execrable despojo indigno de atención. Una desvencijada carcasa de la que se derramaba con avidez, por las abundantes hendiduras en su blancuzca y oronda carne, el ahora innecesario flujo de vida; quedaba claro que una vez impartida justicia, tanto el hecho, como los restos del impío carecieron de interés para los heraldos. Y en vista de tal iniquidad y la indolencia reinante, el cortesano se negó a aguardar por más tiempo. Y a una seña muy precisa acudió con presteza uno de los integrantes de la guardia armada, el cual lo saludó con un gesto que hacía extensible su predisposición a cumplir cualquier mandato.

«Ese mal nacido lo ha echado todo a perder. Siempre fue un ser estúpido y asustadizo. Ha debido ser el miedo lo que le indujo al suicidio; no cabe otra explicación posible…

»¡Qué más ha de darme eso ahora! Lo importante es que lo llamado a inhibir al heraldo, no ha hecho más que afianzar su confianza. Ha obtenido con esta prueba de poder un éxito que está más allá de cuanto cabía espera.

»Pese ha serme impedido por el decoro contemplar en este momento su rostro, sé a ciencia cierta que esto ha servido para alimentar un ego de por si saciado antes de nuestro encuentro».
―Puesto que de sobra sabéis quien es, no hará falta que os diga que hacer ―expuso Garin con escueta circunspección. Pero aún habiendo recibido la orden, el caballero se limitó a asentir, y permaneció allí, entregado a subyugar tras aquel rictus marcial la amarga vergüenza que dicho suceso habría de provocarle.

―¿Dais vuestro permiso? ―preguntó Garin a un capitán próximo a salir de tan lacónico trance.
―Sí, si me ofrecéis un razonamiento lógico de porqué habría de dároslos ―afirmó con voz queda, aún reponiéndose.

«¡¿Un razonamiento lógico?! En modo alguno lo necesitas para algo tan obvio. ¿Tratas de eclipsarme? ¿De que me rebaje a pedir por lo que ha de ser concedido? Tendré a bien soportar que intentes herir mi alma con cuanto odio seas capaz de manifestar por defender tu causa, o que utilices cuantos ardides te sean posibles para conducirme a la derrota, mas si me menosprecias o tratas de humillarme conviertes esto en algo personal. No lo hagas, o tal dolor habré de infligirte, que te será imposible recordar este día sin que los ojos se te llenen de lágrimas.»

16/2/09

Al despertar la llama de sentimientos dormidos, 15º pasaje, cap 6

―Eneshin diranp deried edgyren ansyon elaiem. (“Desde este día quedas maldito”)―. Una tras otra fueron salmodiadas con voz grave y cavernosa las palabras que conformaron tan lapidaria frase en una lengua olvidada, quedando la última de ellas sostenida en una nota que fue acogida escalonadamente por el resto de acólitos; encarnado un rumor destinado a medrar sobre el silencioso manto de armonía que asiste las noches. Mas tan tenue fue la austera cadencia de sus templadas voces, que no llegó a soterrar, pese a la distancia, el profuso y delirante lamento que emergió del indigno ser de la ventana. Un lamento secundado a intervalos por ese característico sonido que nos anuncia que quien lo emite sucumbe a la asfixia.


Numerosos factores hacían ostensible su extinción, sin que hubiera entre los acólitos uno cuyo convencimiento no lo decantara a pensar que ocurría porque los dioses lo querían así. Y allí, en mitad de lo que a grandes rasgos se mostraba como un ajusticiamiento publico, y tras un breve intervalo en el que perdió el contacto con el condenado, este resurgió resuelto, para entregarse al vacío en un sacro silencio profanado con rotundidad al precipitarse contra uno de los delfines diseminados por el jardín, siendo el ruido de las piedra al quebrarse lo que en enmascaró hasta la imperceptibilidad el que produjeron sus huesos al romperse. Lo más insólito de ésta muerte es que se llevó a cabo con total convencimiento, sin que se incurriera en ningún acto que enturbiara, en contraposición con su falta, tan plausible firmeza. A los ojos de unos fue inducido al exterminio, a los de otros, sintiendo el preso de una desesperación que no podía ser por más tiempo contenida, se precipitó en busca de esa quietud que la muerte a de traer consigo. Sea como fuere, la salmodia cesó en el instante de encontrarla.

14/2/09

El ojo de dioses

Cuando un acólito alcanza el grado de espiritualidad necesario para convertirse en paradigma de virtud, cambia no sólo el concepto que se ha de tener de él, sino que se amplían sus obligaciones para con La Orden al poder ser utilizado por los dioses como un instrumento que, tras ser afinado con los años, hubiera llegado a adquirir una mayor fiabilidad y precisión. Es por ello que además de estar llamados, como el resto de los acólitos, a establecer donde quiera que el destino hubiera de encaminarlos, La Palabra, (una Palabra que era predicada o impuesta, dependiendo de lo propicias que las circunstancias se mostrasen, para una u otra labor) han de consagrarse, durante el resto de su existencia, a ejercer de mediadores, ministros de causas y encargados de designar aquello que habría de ser conveniente que los dioses observaran con especial atención a través de ellos.

A estos ortodoxos sacerdotes se los marcaba con un llameante sol negro preñado de ojos. Cada uno de ellos estaba destinado a representar una deidad, y diferían en tamaño a razón de la importancia que como tal tuvieran dentro de la jerarquía de divinidades. El símbolo que los acogía estaba engarzado entre ramas sin hojas que se extendían hasta la punta de sus dedos, nacidas de un fornido tronco que bajaba por su muñeca hasta un antebrazo donde surgían gruesas y nudosas raíces que desde el exterior horadaban la tierra, aferrándose a ella para así obtener el sustento y la firmeza necesaria.

Pese a ser tratarse de un distintivo inusual, podría encontrarse tras algunos de aquellos guantes que cubrían la palma izquierda de varios mandatarios y altos cargos eclesiásticos, siendo éste un signo que había de representar a los ojos del hombre la más estrecha comunión que pudiera existir con los dioses. Una vía directa usada para apelar a ellos y poder mostrarles, desde el ojo de dioses, cuanto de malo hubiera de acontecer en presencia de uno de estos custodios de la Fe.
El hecho de que un ojo de dioses fuera impuesto tras haberse llevado a cabo previamente el ritual de llamada, indicaba que sea lo que fuere lo que hiciera el infractor, era contemplado con especial interés por alguna de las muchas deidades conjuradas a través de aquel singular estigma de la Fe.

12/2/09

Al despertar la llama de sentimientos dormidos, 14º pasaje, cap 6

De repente la tensión se tornó lasitud. Una lasitud tan acusada que casi lo hizo caer. En ese instante parecía encarnar a un títere del que hubieran dispuesto con iniquidad, y al que ahora, después de haberse cansado de procurarle un mal uso, se optaba por desatender.

Del que arrojaron con apático desdén los hilos que atenazaban su voluntad. Y al término de tan patente agonía, Sionel descubrió con estupor que el heraldo había desaparecido tras la túnica color sangre, y que el ser que lo suplantaba, carente de todo vestigio de humanidad, sólo compartía su forma. Un ser que ante propios y ajenos se alzó desafiante, escrutando, con el blanco vacío de su ciego mirar, el abismo de sombras tras la ventana de la torre, lugar donde volvió a percibirse una leve oscilación. De forma precisa extendió la mano, hasta situarla entre las prominentes astas del báculo impuesto entre él y la torre, con la palma abierta a escasa distancia de donde oscilaba incansable la llama, sin exteriorizar el dolor infringido por ella, puesto que ésta, ajena a intenciones e ideales, había comenzado a lacerar su carne. Pero pese a ello allí la mantuvo, sin otro propósito que el de tan impío observador tomara conciencia de que estaba siendo escrutado por el implacable mirar de los dioses. (Apéndices, el ojo de dioses).

10/2/09

Al despertar la llama de sentimientos dormidos, 13º pasaje, cap 6

Lejos reconquistar la quietud perdida y preso de un desenfreno carente de artificio, el capitán comenzó a musitar atropelladas e inteligibles letanías, que una y otra vez volvían a caer en una inquietante cíclico. El grado de agitación aumentaba, al tiempo que su cuerpo era surcado por turbadores espasmos. Y cuando estos llegaron a su punto más álgido empezó a erguirse, como si en el peor momento se dispusiera a luchar por recuperar el control.

Aún a merced de las convulsiones consiguió levantar el brazo que sostenía con vehemencia el báculo, y, una vez alzado, golpeó el suelo con la base para afianzarlo. Justo en el instante en que dicha acción tuvo lugar remitieron los temblores, arqueándose su cuerpo hasta exponer una rigidez que por la expresión de su rostro traía consigo un dolor inenarrable. Era como si un ilusorio agresor lo hubiera atravesado de parte aparte, y, alentado caprichosamente por la crueldad de un instinto exento del menor indicio de misericordia, se obstinara en mantenerlo en tan vejatoria situación.

Durante una breve eternidad su cuerpo se mantuvo expuesto a tan pernicioso estado, con el cuello torcido y ejerciendo tal grado de tensión, que algunos empezaron a creer que de seguir así éste terminaría por romperse. En apariencia era como si al tiempo que trataba por todos los medios de proferir un desapacible lamento condenado a morir en su garganta, su desencajado rostro se afanara en quedar expuesto al cielo nocturno, para arrancar al firmamento, con una expectante mirada que había perdido la pupila y el iris, secretos que se escondían más allá de las estrellas.

8/2/09

Al despertar la llama de sentimientos dormidos, 12º pasaje, cap 6

A pesar de lo sencillo que habría resultado responder a una cuestión del todo irrefutable, sucedió algo que sentenciaría la pregunta a no ser contestada, puesto que de pronto, y sin motivo aparente, le sobrevino al capitán de la guardia eclesiástica algo que podía interpretarse como un inesperado desfallecimiento. Malestar que se apoderó de él y lo mantuvo encorvado, con la cabeza gacha durante un breve instante, la mano izquierda en el rostro y la derecha aferrada al báculo, como si precisara afianzarse para no caer. Mas expresándose la precariedad de su estado, nadie optó por ayudarlo. Sólo Sionel mostró preocupación por él. Y cuando por fin se dispuso a auxiliarlo, tras un breve interludio preso del desconcierto por la actitud general, fue oportunamente frenado, antes de que tan descabellada acción, motivada por la bondad y el desconocimiento, se llevara a cabo en detrimento de todos. Con una presteza y vitalidad impensable el anciano se aferró a su antebrazo, para con desacostumbrada brusquedad inhibir su movimiento antes de ser manifestado. Sobrecogido ante tal acción el joven posó sus ojos sobre Garin, y al hacerlo percibió tras su mirada reprobatoria una sincera expresión de desasosiego, a la que siguió al saberse atendido una leve negación.

El grado de frialdad adoptado de forma unánime inducía a pensar que salvo Sionel, todos fueron conscientes de lo que en realidad acontecía. Y de hecho así era. Ser testigo de “un llamamiento” no era para nada usual. Hasta tal punto se desconocía, que adquirió todos los tintes de una leyenda. Leyenda destinada a ir de boca en boca entre un reducido número, y a la que basándose en su grado de fe, le conferían mayor o menor credibilidad. No faltando quien, desde el anonimato, quisiera dejar constancia de ello.

TESTIMONIO


A pesar de su brevedad, el desasosiego que infundía tan truculenta visión solía otorgar cierta atemporalidad a los ojos neófitos que contemplaban por primera vez los diversos ciclos que conforman el ritual de llamada, ya que aún viéndose finalizado, el amargo regusto quedaba impregnado ingratamente en el alma.

6/2/09

Al despertar la llama de sentimientos dormidos, 11º pasaje, cap 6

―Ruego disculpéis estos lapsos que de tanto en tanto vienen a empañar el ocaso de mi existencia. No era mi intención herir o violentar tan manifiesto orgullo. Es esta condenada vejez, que me ofusca hasta perturbar el criterio. Ella y nadie más es causante de que me olvidara de lo lejos que estáis de precisar de mis observaciones en lo que a dicho tema se refiere. ¿De qué serviría que os refiriera esto cuando de sobra sabéis de lo que os hablo? ¿O es que acaso no es necesario para llegar a obtener cargos como los que ostentamos, haber tomado plena conciencia de los entresijos que conforman la condición humana?― Pero a pesar de su intachable exposición aquella disculpa pasó sin pena ni gloria. Tal apatía mostró ante ella, que ni tan siquiera hizo el menor gesto para hacer ver que al menos le prestaba atención.

Consciente al fin de un posible indicio de herejía y aprovechando que se hallaba de espaldas a ellos, el capitán despojó su mano izquierda del guante que la cubría para evitar que lo que en ella se albergaba fuera expuesto tanto a impurezas, como a consabidas miradas de curiosidad o temor.

―No soy más que un viejo inútil, que se presta a servir, con la diligencia que a sus años le es permitida, a una causa que comienza a venirle grande. En verdad el que yo esté aquí haciéndoos perder vuestro tiempo resulta imperdonable, puesto que acabo de caer en la cuenta de la probabilidad que existe de que me convierta, sin pretenderlo, en la herramienta usada por el destinto para perpetrar una nueva falta; y tal magnitud podría alcanzar su repercusión, que haría que lo que nos ocupa se mostrase como el menor de los males en una noche tan anárquica como ésta ―auguró el anciano, tras imponerse con aparente dureza una crítica usada únicamente para tender un puente entre ambos, por el que hacerle llegar un nuevo impedimento de la manera menos brusca posible.

―¿El menor decís? ―interrogó el capitán, sin tan siquiera volverse, aderezando con cierto sarcasmo la escueta notoriedad de su apatía.―¿No se os ha ocurrido pensar que el hecho de que vuestra guardia se halle aquí íntegramente os imposibilita la adecuada protección de un jardín tan extenso? ―inquirió Garin con fingida sorpresa.

4/2/09

Al despertar la llama de sentimientos dormidos, 10º pasaje, cap 6

Su espíritu se aquietó, hasta el punto de lograr eludir los comentarios preliminares con relativa serenidad, mas se negó a permitir que el último y más hiriente de ellos cayera en saco roto; y abandonando una vigilancia hasta ahora infructuosa se encaró a su instigador, clavándole con remarcada severidad la mirada.

―Pese a que podáis o no tener razón en esas estudiadas previsiones que hacían referencia a lo aciago que resultaría para nosotros un enfrentamiento, he de advertiros que si volvéis a proferir una sola insolencia que aluda a vuestra supremacía, por muy sutil que esta fuera, sin importarme en modo alguno el desenlace de la contienda daré orden de matar; y el caer de vuestro cuerpo muerto representará el inicio de las hostilidades.

Tal ha de ser mi determinación, que juro, aquí y ahora, por cuanta sangre eclesiástica se derramó en el pasado, que daré fiel cumplimiento a mi palabra; y que los dioses me condenen al olvido si me muestro incapaz de castigar vuestras faltas con la resolución que éstas merecieran―. Y dicho esto se giró dando la espalda a ambos, sin aguardar por parte del cortesano el menor comentario, para retomar lo interrumpido. Y allí permaneció, a la espera de que aquel furtivo individuo fuera traicionado por las sombras.

«Como cabía esperar es un fanático. Un exaltado al que inculcaron razón. Un animal impulsivo que por vestir piel humana creyeron poder domesticar. Mientras esté delante el tutelado seguiré endulzando palabras y castigaré tu espíritu con guante de seda, mas cuando deje de estar a tu alcance habrás de conocer a otro Garin, que no mostrará el menor reparo a la hora de lidiar con el corazón de esa bestia que encontró en la fe un placido acomodo, la misma que con relativa claridad comienza a exponer su agitación».

2/2/09

Al despertar la llama de sentimientos dormidos, 9º pasaje, cap 6

Mas cuando aquellos categóricos razonamientos expresados con aparente ligereza llegaron a oídos del capitán, algo que desde hace mucho dormitaba dentro de él comenzó a agitarse, como si se encontrara próximo al despertar. Al volver a sentir la familiaridad de una sensación en desuso un estremecimiento recorrió su cuerpo. Sabía que si aquello no se atajaba a tiempo, podría no ser más que el preludio de retorno de una desterrada inquina, que en su juventud resultó tan odiosa y cotidiana como difícil de paliar. El mal de la ira despertaba en él, para prorrumpir en un sordo clamor que sólo en el alma se mostró ostensible, amenazándolo, y más que dispuesto a pugnar en pos del resurgimiento. Y del mismo modo que hiciere antaño, antes de verse desposeído de todo vestigio de mancebía, se aferró en cuerpo y alma a la consabida oración que le afloró en los labios: “Este es mi cuerpo; y en él soy señor de cada palabra y cada gesto. Único dueño de la sangre y el alma que en él se albergan. Mía es la fuerza que proporciona la Fe, y la voluntad que me permite ser fiel a ella.

Al igual que todo precepto representa la verdad, y toda verdad un camino, los sentimientos carecen de guía, y su amparo conduce a un final improbable.

Cada una de mis acciones estarán, ahora y siempre, supeditadas a la razón, porque dicha razón representa la luz necesaria para transitar la senda”.[1]


[1] N. del autor: Plegaria de autosugestión empleada por los integrantes del clero para alcanzar la catarsis.