tag:blogger.com,1999:blog-42624848567757890132024-03-06T07:13:28.302+01:00Tortuosos senderos de fePues por aquí os iré dejando el borrador de lo que espero llegué a ser mi primera novela.Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.comBlogger179125tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-15163373765675056512009-07-17T16:28:00.003+02:002009-07-17T16:46:16.390+02:00Un buen momento para pronunciarseBueno pues tras bastante tiempo se dejó atras otra de las partes de la novela. Antes que nada dar las gracias a los que comentais por aquí, a los más discretos que lo haceis por messenger y a los que tengo la suerte de tenenos cerquita. Gracias por leerme, gracias por compartir conmigo esta experiencia tan interesante, gracias en el caso de algunos por convertirse casi en padrinos del textos y dedicar tanto tiempo a analizarlo y hacerme ver errores de todo tipo, por abrirme los ojos en tantos aspectos y hacerme ver buena parte de lo que estaba mal o era mejorable. Creo que el texto, aunque sigue necesitando algunos cuidados más mejoró bastante.<br /><br />Deciros que lo más parecido a la versión más pulida la teneis en Ngc3660, por si alguno gusta de ver los posibles cambios. Hubo muchas correciones y sobre todo poda (creo que más de 30 folios).<br /><br />Y todo lo que está colgado hasta aquí se dejará reposar un tiempo y ya volvere a mirarlo para lo que espero sea el pulido definitivo, al menos por mi parte.<br /><br />Comentaros tambien que hay escrita parte 3 y 4(y desde ya os adelanto algo más de acción y cierto toque más oscuro, incluso con tintes de terror en algunos casos), aunque quiero mirarmelos con algo más de calma antes de volver a la carga.<br /><br /><br />Y bueno no quiero dar mucho calor con el tema, pero si alguien se mojara en hacer una critica general de esta parte 2 le quedaría muy agradecido. La verdad es que tengo serías dudas en según que aspectos y me gustaría que quedaran atras.<br /><br /><br />Un abrazo. Y gracias a todos por estar ahíÁngel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-9703685858116220432009-07-14T10:52:00.000+02:002009-07-14T10:52:00.227+02:00Cap 11 (8)<div align="justify">Apoyándose pesadamente en la pared y tratando de valerse de unas piernas que se negaban a responderle se giró como pudo, para buscar el auxilio de la única persona próxima, y al hacerlo lo descubrió a su lado, exponiendo una quietud que en modo alguno resultaba corriente. De entre todos los factores a tener en cuenta cabía destacar el más imperceptible, uno que nunca habría sido pasada por alto por personas más receptivas. Personas entre las que el maestro de ceremonia se habría encontrado de no ser por las circunstancias. Pese a que el joven no se hallaba tan cerca de la ventana como para verse expuesto a la luz estaba envuelto por ella, como si ésta, hubiera recorrido la estancia para acceder a él. Y bañado por su ignominioso influjo aquel cuerpo desnudo adquirió un halo antinatural. Mas en momentos en los que uno se siente tan próximo a la extinción, la muerte del sentido común precede a la propia, no habiendo cabida para otro pensamiento que no fuera el de aferrarse a la esperanza que el joven pudiera traer consigo. Fue entonces cuando el maestro de ceremonias intentó apelar a él, como si la necesidad de ayuda no resultara evidente, pero por más que quiso valerse de las palabras, éstas, ajenas a su bienestar, se negaron a cumplir su cometido, impidiendo que se expresara de un modo coherente.</div><div align="justify"><br />―No os entiendo, señor ―le respondió el muchacho con incontestables trazas de ironía.</div><div align="justify"><br />Sin perder su sobriedad el efebo se acercó a la agonizante figura a la que fue ofrendado, aparentando que se esforzaba por oír cuanto tuviera que decirle, siendo su fingido interés lo que alentó al maestro a volver a repetir con angustioso énfasis su petición, sin que el resultado de ésta hubiera de diferir del anterior.</div><div align="justify"><br />―Disculpad, pero no puedo complaceros si no sé que se os ofrece ―declaró el muchacho parcamente, mientras contemplaba gozoso como el pánico campeaba por el rostro de su “anfitrión”.</div><div align="justify"><br />La desesperación instó al maestro a precipitarse sobre el muchacho, extendiendo los brazos para asirse a él. Pero éste tomando conciencia decidió apartarse y dejarlo caer, para acto seguido arrodillarse junto a él. Lo observó y al hacerlo se encontró con su desconsolado mirar, al tiempo que de sus labios emergió un intento de palabra que bien podría haberse parecido a ayuda.</div><div align="justify"><br />―¿Queréis que os ayude? Por su puesto. Permitidme señor ―dijo agarrándolo por debajo de los brazos. Y una vez alzado, no sin cierta dificultad, lo apoyó contra la pared, para asirlo de manera más cómoda. Apenas en los brazos del muchacho creyó que los síntomas remitían, que el dolor que tan abruptamente sobrevino lo abandonaba de forma lenta pero progresiva.</div><div align="justify"><br />―No os preocupéis, porque estoy resuelto a hacer cuanto esté en mi mano para acabar con vuestro sufrimiento ―afirmó el muchacho mientras lo cargaba, y al pasar frente a la ventana lo arrojó por ella de un violento empellón.<br /> </div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-27551701007052070682009-07-13T10:48:00.000+02:002009-07-13T10:48:00.755+02:00Cap 11 (7)<div align="justify"> Durante un instante se mantuvo inmerso en la duda, temeroso de retomar la vigilia. Y aunque tratándose de él la curiosidad estaría más presente que el de temor decidió actuar con cautela. Próximo al marco de la ventana aguzó el oído, sintiéndose al hacerlo aliviado y por ende exento de todo peligro al comprobar que se mantenía la charla, o al menos alcanzaba a oir la voz del cortesano aunque considerablemente más baja. Aquello le hizo intuir que ambas comitivas se alejaban, e impelido a conocer el desenlace retomó con negligencia a su pernicioso pasatiempo. Y pese a no ser visto, lo hizo justo cuando el capitán de los Heraldos impuso el ojo al ver la sombra del muchacho.</div><div align="justify"><br />Dándose por descubierto y conocedor de lo que la imposición representaba fue incapaz de sobrellevar el creciente desasosiego ejercido por un influjo más allá de lo humano. Influjo que arrancó un lamento. Apenas tomó conciencia de que había sido maldecido el castigo se hizo presente en su cuerpo, como una ola que se encrespa antes de golpear con avidez las rocas para librarlas de toda inmundicia, presagiándose su desenlace. Fue como si cuantas dolencias lo acompañaron en estos últimos años acometieran al unísono con un ímpetu desconocido. La rigidez se apoderó de su cuerpo al sentir como un brazo invisible se introducía por su garganta negándole el aire, ansioso de asir su corazón con la mano, de aferrarse a él con sus fornidos dedos invasores. La sudoración y el mareo precedieron al vómito, y aquel lacerante dolor del pecho se propagó hasta afectar a la espalda y el brazo izquierdo. En aquellos instantes en los que la vida se iba, parecía representar un enorme pez abotargado, arrancado del agua y arrojado a la orilla para esperar entre estertores una indigna muerte. Pero pese a lo precaria que resultaba una situación como ésa, mayor si cabe para alguien con una carencia de estoicidad tan acusada, se aferró indómitamente a la vida, siendo el mismo miedo a morir quien lo predisponía a hacerlo. Más allá del ahogo se entreoía una palabra con tendencia a morir antes de consumarse, una palabra imposible de articular mientras boqueaba nerviosamente, y no era otra que piedad.</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-31591044762084512202009-07-11T10:31:00.000+02:002009-07-12T00:33:21.838+02:00Cap 11 (6)<div align="justify"> ―¿Qué ocurre, señor? ―preguntó con una voz que casi no le salía del cuerpo. Mas no obtuvo respuesta. ―¿Señor? ―insistió, al tiempo que se levantaba para acercarse. Pero advirtiendo el maestro de ceremonias, ahora sí, una presencia que se le antojó molesta, se limitó a mandarlo callar con desprecio, siendo esto lo que fomentó que el joven sintiera curiosidad. Y sin hacer ruido se aproximó, para una vez allí asomarse con naturalidad, como si nada hubiera de temer al hacerlo.</div><div align="justify"><br />Al tomar consciencia de ello el maestro lo derribó de un violento manotazo, y acto seguido se volvió amenazante, tratando de paliar la ira y temor que tomó posesión de sus nervios. Todo aire le resultara escaso, y ante esto se limitó, al igual que en pretéritos envites, a posar la mano sobre el pecho para aquietar su latir. Mientras el habla le estuvo vedada todo resentimiento fue expresado con su ojeroso mirar de sapo, y con su vuelta, se dirigió al muchacho con crueldad. Y éste, lejos de mostrar miedo o nerviosismo, se limitó a asentir sin apartar la mano de la parte del rostro golpeada, tras la cual, y a resulta de un labio roto, asomaron entre sus dedos un par de gotas de sangre, que se derramaron sin reservas por el dorso de ésta.</div><div align="justify"><br />―¡Maldito seas muchacho! No sé si te habrán visto ¡Pero te juro que como esto afecte a mí persona haré que te desuellen vivo! ¿Me has oído? ―inquirió. ―¡Ahora vuelve a la cama y quédate en ella! ¡Y ay de ti si vuelves a importunarme! ―añadió amenazante, y manteniendo sobre él su mirada hasta que acató su mandato. Tras lo cual dio la espalda al que parecía ser el mensajero enviado por el destino para evitar que la exposición al pecado se prolongara.</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-6600722497821510392009-07-09T13:03:00.000+02:002009-07-09T16:54:13.849+02:00Cap 11 (5)<div align="justify">Instantes más tarde se incorporó, apreciando un murmullo que enturbiaba la unión entre el silencio y la sombra. Y todo reducto de pereza se vio desterrado cuando sus ojos fueron testigos de una verdad que no supo asumir. Pese a lo absurda o risible que dicha visión hubiera parecido en otras circunstancias, toda sensación quedó supeditada al desconcierto. Resultaba difícil aceptar el encontrar al maestro de ceremonias en actitud tan impropia. Allí estaba acuclillado e intentando cubrir con la manta su voluminoso cuerpo, como si se tratara de un chiquillo que exento de recato se entregara a sus travesuras sin que hubiera de importarle nada más. Lo apreció agitado y como sus cambios de postura arrancaban a sus labios cuantiosas quejas, todos ellos teñidos de manifiesta amargura, al tiempo que con ambas manos se friccionaba con fuerza muslos y tobillos, intentando combatir sin resultado hormigueos y calambres. Más allá de lo que indicaba el sentido común se mantenía en aquel lugar, no importándole cumplir una penitencia que para alguien como él habría de resultar especialmente severa. </div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-25390399862740741702009-07-07T12:01:00.000+02:002009-07-07T14:48:46.857+02:00Cap 11 (4)<div align="justify">Larga fue la tregua que el destino le concedió antes de que tan prolongada charla empezara a hacer mella. Su interés por seguir allí entró en conflicto con el lacerante dolor de unas piernas que cansadas de soportar la postura y el peso exigían descanso. Los cambios de posición para evitar calambres se hicieron constantes, hasta que en uno de ellos se le mostró a Garin algo que por el momento éste habría de omitir. Encubrió al que más tarde delataría. Mientras tanto su desenfrenado apetito contribuyó a su permanencia e hizo el martirio más llevadero. Y aún hostigado todo fue bien hasta que irrumpió una corriente de aire, que además de arrancar a los ocupantes temblores desveló al que aún dormía, el cual no tardó en extrañar la manta. Y tras una breve e infructuosa búsqueda a tientas y con los ojos cerrados descubrió que con ella desapareció su anfitrión, mas la pereza salió airosa, y tras emitir un gruñido se encogió para mostrar la indiferencia propia de quien bajo el influjo del sueño trataba de encomendarse a él. Mas quiso el destino enviarle una segunda ráfaga, como si no contento con el resultado pretendiera seguir hostigándolo, hasta terminar con su reticencia e instarlo a reanudar la búsqueda de algo con lo que paliar el frío.</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-33678096537484611122009-07-05T12:49:00.000+02:002009-07-05T12:50:39.566+02:00Cap 11 (3)<div align="justify">Aún siendo conocedor de cuanto acontecía, su interés se mantuvo, estaba maravillado por la destreza de los contendientes al blandir el verbo. Y en tanto se mantenía expectante, implorando que el espectáculo se demorara cuanto fuera posible, comenzó a cavilar, al igual que el estratega que evalúa una oposición de fuerzas para decantarse por un ganador. Cada reflexión se convirtió, a su criterio, en un triunfo de la lógica, y como tales los atesoró, jactándose de cuanto creía apreciar. Creyó advertir que entre ambos contendientes habían nacido rencores que se acrecentaron con la palabra y que alentaban su entrega, haciendo que ceder no fuera una opción. Era como si hasta los más simples comentarios se tornaran ingratos, y el fluir de estos los alejaba de un acuerdo satisfactorio.</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-20101616602803209042009-07-03T22:57:00.000+02:002009-07-03T22:57:00.617+02:00Cap 11 (2)<div align="justify"> Pese a tratarse de un ser pusilánime y sin carácter, tan escaso en virtudes como sobrado de imperfecciones, había algo en el maestro de festejos que podía confundirse con arrojo o valentía, mas nunca estas cualidades subyugaron sus miedos. Sólo la curiosidad, su mayor defecto, le infundía determinación. Y como tantas otras veces fue incapaz de desoír la sugerente dulzura que encontró en aquel reclamo.</div><div align="justify"><br />Con pesadez se levantó del lecho y, tras cubrir su desnudez torpe y apresuradamente con la manta que compartía, encaminó sus furtivos pasos hacia lo prohibido, ansioso de agenciarse respuestas.</div><div align="justify"><br />Durante bastante rato se mantuvo agazapado junto al quicio de la ventana, para contemplar con impunidad cuanto aconteció desde que Sionel e Iliandra discutieron. Uno tras otro continuó dando profusos sorbos al creciente manantial de imágenes y palabras sin que la necesidad mermara, alcanzando un soberano grado de curiosidad con la aparición de unos heraldos que fueron sucedidos por el séquito de los tutores. Y el entusiasmo adquirió su cenit cuando tras atar algunos cabos y aguzar la vista tomó conciencia de la relevancia de los implicados.</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-90883218861628655292009-07-01T22:44:00.003+02:002009-07-01T22:52:00.358+02:00Cap 11 (1)<span style="font-size:180%;">* </span>Esto más que un capitulo, es como una especie de relato vinculado a la historia, un pequeño pasaje que aporta cierta luz a un suceso del jardín. Espero que os guste.<br /><br /><br /><br /><br /><strong><span style="font-size:180%;">Una historia jamás contada: Ajusticiamiento</span></strong><br /><br /><br /><div align="center"><br /><strong>LA CLARIDAD DE LOS NECIOS</strong></div><br /><br /><br /><div align="justify"><br /><em>¿Cómo sopesar una acción, tratando de ser consciente de sus consecuencias, cuando se alberga a tus ojos una oportunidad tan clara de éxito?<br /></em></div><br /><div align="right"><br />Súlian de Edar<br /></div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><br />Pese a sentir en sus orondas carnes el cansancio acumulado por supervisar todos y cada uno de los preparativos, fue arrancado de una agradable lasitud próxima al sueño por los gritos y lamentos de un varón. Y tras concederse uno de los breves instantes que solían serle necesarios para recuperar la quietud, miró al joven que compartía su lecho en calidad de presente, mas no halló respuesta en él, gozaba de un profundo sueño. Durante este intervalo permaneció en silencio, envuelto por la desapacible negrura que la noche trae consigo y ansioso por desvelar el origen de lamentos que con la misma certidumbre podría haber traído el viento o formar parte del nutrido devenir de pesadillas con tendencia a abordarlo. Mas escasa fue la incertidumbre recolectada en tan corta espera, puesto que un nuevo lamento proveniente del jardín disipó toda duda. Un jardín que sin el amparo de la luz había permanecido mudo hasta ese día. Aún aguardándolo tras la primera escucha un escalofrió recorrió su cuerpo, mas toda intranquilidad se vio eclipsada por su necesidad de saber. Desde aquel momento sus ojos se tornaron centinelas, fijos en la ventana por la que irrumpió tan acusado penar. Y pese a saber que asomarse a horas tan intempestivas se consideraba una falta grave, no veía el modo de evitarlo. Aquel irrefrenable deseo devoraba con avidez sensatez y temor.</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-2285088368286577032009-06-29T21:57:00.003+02:002009-06-29T22:00:51.086+02:00Cap 10 (integro)<div align="justify"><span style="font-size:180%;"><strong>Santuario: Retazos De Una Pasada Existencia</strong></span><br /><br />Atribulado se dejó guiar por los que preservaron su vida, ansiaba llegar a su habitación y hacia ella se dirigía con la esperanza de abstraerse. Qué no daría por alcanzar un sueño que le reportara quietud, por alejarse de un malestar que se nutría de lagrimas y rencores, de la impotencia y del firme deseo de amar. Durante el trayecto el tutelado permaneció inmerso en sus cavilaciones, incluso andar se tornó secuencial, y así se mantuvo hasta encontrarse a las puertas de su reino. Cuán desconcertante resultó hallarse ante ellas, como revivir un sueño en otro tiempo cotidiano. ¿Cómo olvidar su rostro esculpido en ellas o la inscripción sobre el umbral? (apéndice)</div><br /><div align="justify"><br />Dejando atrás al sequito, franqueó la puerta, y el saberse al otro lado le reportó alivio, un momento de paz que empañó el pensamiento: «Honda huella dejó mi regreso. ¿Qué acontecerá mañana?» Mas no quería, no podía pensar. Con todo, y pese a la esterilidad de sus cavilaciones la necesidad de convicción le dio fuerzas para enmudecer cuanto daño se adhería al alma. Y tras una pausa se internó en la estancia, a la búsqueda de esa familiaridad que le permitiría volver a sentirse parte de ella.</div><br /><div align="justify"><br />La primera sensación de remembranza que acarició sus sentidos vino con aquella fragancia, que ambientaba la sala de día y la inundaba de noche. Allí, sobre las ascuas de media docena de pebeteros de bronce repartidos por la estancia, se consumían las plantas que habrían de producirla, siendo un hecho probado que pese a no enriquecer su aroma, las setas adheridas a ellas acrecentaban su efecto tranquilizador. «Este fue el aroma que nos envolvió en buena parte de nuestras vivencias» pensó, mientras observaba como largas y profusas volutas de humo se perdían en tan abovedados techos.</div><br /><div align="justify"><br />Durante el día y desde numerosos puntos la habitación se inundaba de luz, mas con el caer de la noche dicha labor se encomendaba a la llama. Ésta, tan serena y tenue como enérgica cuando se hallaba a merced del viento, se manifestaba lo suficiente como para recorrer el lugar. Además de en numerosas mechas que surgían de un gran candil en forma de árbol, se la encontraba en imponentes antorchas de bruñido azabache, a las que se les dio la apariencia de aves en actitud beligerante. Y tan complacido quedó por la primera impresión, que optó por continuar impregnándose de recuerdos.</div><br /><div align="justify"><br />No advirtió cambios en el mobiliario o la decoración, mas al llegar donde se exponían los galardones concedidos en justas descubrió un notable aumento. Tanto era así, que aunque no se paró a contarlas, estaba seguro de que donde había algo más de una veintena, se exhibían casi un centenar. Eran muchas, muchísimas, una cantidad impensable para caballero tan cargado de años. <a title="" style="mso-footnote-id: ftn1" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=4262484856775789013#_ftn1" name="_ftnref1">[1]</a></div><br /><div align="justify"><br />Otra de las cosas que llamó poderosamente su atención fueron aquellos objetos que parecían haber menguado, objetos tales como la armadura dorada cuyo yelmo representaba su semblante de niño en expresión combativa, el suntuoso trono tallado en mármol o el centro que sobre él descansaba. Se aproximó, y tras apartar el cetro se arrellanó en él, para permanecer largo rato, recordando que en otro tiempo, al sentarse, le colgaban las piernas.</div><br /><div align="justify"><br />Hallándose, ahora si, más cerca, advirtió el rumor del agua. Al igual que en los grandes salones, venía desde las alturas, aunque en este caso terminaba en un imponente arriate que se engalanaba con salvinias y jacintos del agua, del que brotaban pródigamente plantas trepadoras de diversas especies que, manipuladas, cortadas e injertadas a su vez en puntos estratégicos, conformaban la parte viviente de aquel mural, que rememoraba el día en que el señor de Bánum le hizo entrega del reino.</div><br /><div align="justify"><br />Al otro extremo de la sala, cercado por maderos, se dispuso un espacio de tierra batida, provisto de un generoso armero, un testaferro, y en derredor, como mudos testigos de pasadas justas, se exhibían armaduras de infantes. Jóvenes señores de lejanos reinos que lo desafiaron exponiendo mil y un motivos, desde la mera alusión a una mayor bravura, hasta la resolución de afrentas, pasando por peticiones de amor a Iliandra, en las cuales se aludía a su falta de merecimiento para desposarla en un futuro. Y tras vencer a todos y cada uno, dichas armaduras se convirtieron en trofeos.<a title="" style="mso-footnote-id: ftn2" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=4262484856775789013#_ftn2" name="_ftnref2">[2]</a> El amor por ella y el miedo a que se la arrebatasen no solo disipó su repulsa a toda actividad marcial, sino que hizo que se entregase a éstas con fruición.</div><br /><div align="justify"><br />Y entre tantos pensamientos y visiones recordó algo inconcluso. Fue entonces cuando extrajo un pergamino ya escrito, y añadió lo siguiente: “Mi buen amigo, como quisiera estar cuando comience la cacería, mas mis quehaceres me retienen. Confió en que tus lebreles levanten la presa”. Y una vez sellada la depositó sobre una bandeja para estos fines y marchó a dormir.<br /></div><br /><div align="center"><br /><strong>Apéndice<br /></strong><br /><em>“Viajero que hasta aquí encaminaste tus pasos, ante ti se levanta el insigne reino de Sionel. Sea lo que fuere lo que hasta él te trajo de seguro habrás de hallarlo. En igual medida habremos de ser dadivosos, ya sea dando al amigo hospitalidad, como al enemigo acero”.</em></div><br /><div align="center"></div><br /><div align="center"></div><br /><div align="center"><br /><a title="" style="mso-footnote-id: ftn1" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=4262484856775789013#_ftnref1" name="_ftn1">[1]</a> N. del autor: Aquel caballero que hacía las veces de paladín, instructor, consejero, y regente en su ausencia, le fue cedido por su padre. Y cuando no se hallaba en su compañía o cumpliendo cualquier mandato residía junto a los suyos en una casona en las afueras, circundada por las viviendas de los campesinos y éstas a su vez por el terruño dedicado al cultivo.</div><br /><div align="center"><br /><a title="" style="mso-footnote-id: ftn2" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=4262484856775789013#_ftnref2" name="_ftn2">[2]</a> N. del autor: Estas, al igual que otras muchas apariciones, fueron fomentadas por el señor de Bánum. De este modo se pretendió aleccionar al joven para cuantos envites le deparara el futuro.</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-46531612539654675522009-06-26T10:22:00.000+02:002009-06-26T10:22:00.445+02:00Cap 9 (integro)<div align="justify"><strong><span style="font-size:180%;">El dulzor de una mentira: Historia del Joven heraldo</span></strong><br /></div><div align="center"><br /><strong>INGRATA REALIDAD</strong><br /><br /><em>Exigua fue la existencia de un esperado brote,<br />que apenas en contacto con la realidad murió. </em></div><div align="right"><br /><br />Lanaiel</div><div align="center"></div><div align="justify"><br />Al día siguiente salieron en busca de aquellos que por sus dotes de declamación y la expresividad de sus adiestradas voces ejercían de oradores, para encomendarles una importante labor. Haciendo alarde de una consumada organización se diseminaron con premura por las prefecturas de Bánum, con el precepto no solo de informar, sino de acallar y desacreditar habladurías. De esta forma se difundió la historia de lo acontecido aquella noche. Fueron sus privilegiadas voces las encargadas de adornar y convertir tan dramático suceso en un hermoso y apasionado cantar de gesta. Las que lo entonaron a modo de plegaria para enternecer el corazón del pueblo. Y juntos lloraron la pérdida del joven heraldo, muerto la pasada víspera cuando trataba de impedir que un ladrón que había franqueado los muros accediera a las estancias de los señores. Y juntos alabaron el valor y la entrega al dedicar su último aliento para alertar a sus hermanos, los cuales dieron caza al que derramó su sangre, siendo el mismo capitán de la guardia quien ajustició al criminal.<br /><br />Bien acogido sea por los dioses aquel cuya lealtad le llevó a sacrificar su vida en pos de nuestra prosperidad.<br /><br />Epitafio dirigido a integrantes de La Orden que dieron su vida por una causa que se estimó justa.<br /><br />Así fue como esta fábula tomó cuerpo, no faltando quién tristemente embaucado se tornaba, cuando la situación era propicia, en improvisado mensajero. Un mensajero que sin gracia pero con pasión relataba tan conmovedora mentira a cuantos tuvieran a bien escucharla. Y tan prospera fue su propagación que aquel cuento llegó a traspasar las fronteras de Bánum antes de que el tiempo lo erosionara hasta matar su recuerdo. Y como cabía esperar no faltaron por parte de La Casa de Bánum alabanzas y donaciones para agradecer a La Orden que uno de sus hijos hubiera ofrecido su sangre para evitar que la de uno ellos fuese derramada.<br /><br /></div><div align="center"><br /><strong>BASTARÁ UN MOTIVO</strong><br /><em></em></div><div align="justify"><br /><em>Soy uno de los hijos desheredados que alcanzan a entrever el holocausto de una decrépita civilización en la que los valores humanos son moneda en desuso, y en la que el ser humano predica el canibalismo de la virtud. Cada día contemplo entristecido como una parte de ella perece, y la inocencia perdida adolece de realidad.</em></div><div align="justify"><br /><em>Corrompidos por la envidia los paganos adoradores del dinero cubren sus caras con grotescas mascaras de falsedad, y en mi impotencia no puedo más que odiar vuestra superficialidad y renegar de todo lo plenamente establecido, como orgulloso ateo de vuestra doctrina enferma.</em></div><div align="justify"><br /><em>Y ahora, desde donde me hallo condenado al ostracismo, me entristece confesarlo pero sé que sois el futuro, siendo esta certeza la que amargamente me hace peregrinar a la búsqueda de esa virtud, con la esperanza de encontrar entre las sobras, con que alimentar un espíritu que trata con desesperación de aferrarse a argumentos convincentes para que el mero hecho de vivir tenga sentido.</em></div><div align="justify"></div><div align="right"><br /><br />Ólonam </div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-9004612660464155272009-06-24T10:48:00.000+02:002009-06-24T10:48:02.363+02:0013º pasaje, Cap 8<div align="justify">Al amanecer, antes de que el jardín se abriera a los invitados, el capitán de Bánun se personó con media docena de hombres de ambos colectivos, los cuales tras envolver con dedicación sendos cadáveres los izaron, para encaminar sus pasos al interior. Entretanto, y pese ha haber concluido con sus deberes, el capitán de los heraldos permaneció allí, contemplando como un grupo de aprendices del gremio de historiadores trataban, ajenos a la revelación, de borrar con presteza los restos de uno sangre que no hacía mucho que se había secado.<br /></div><div align="center"><br /><strong>PRISIONERO CIRCUNSTANCIAL</strong></div><div align="justify"><br /><br /><em>Allí, confinado sordamente en el pecho, habitaba un corazón que discreta y profusamente se entregó al llanto, al tiempo que la viveza de su latir se acrecentó hasta quedar sumido en la opresiva y convulsa agitación que la impotencia le hacía sentir a su portador. De esta forma, se vio sometido por el influjo que sobre él ejercía la palabra dada a mantenerse parco y esquivo en ellas, en tanto que las verdades que le quemaban en la boca morían en silencio. Negando así justo descanso a un condiscípulo próximo a perecer.<br /></em></div><div align="right"><br />Uno de tantos poemas que nacieron del corazón, y que, debido a las circunstancias que condicionaron su creación quedaron confinados en el alma.</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com11tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-23839092647741493962009-06-22T10:45:00.000+02:002009-06-22T16:24:59.520+02:0012º pasaje, Cap 8<div align="justify">Horas más tarde tras repetidas genuflexiones el penitente se puso en pie para contemplar el exánime cuerpo, al igual que cuanta de su esencia se había derramado en el indigno suelo. Mucha sangre lo abandonó antes de que la hemorragia fuera detenida, sangre que liberada de su prisión de carne optó por abrirse camino entre las junturas de la roca formando diversos ramales, como si hubiera huido deliberadamente de él al tiempo que lo vaciaba de vida. Pero aunque aquella sangre que parecía no haberse secado del todo no aparentaba ser más que eso: la sangre derramada de un hombre, lo que allí se expuso al condicionado y metódico mirar del capitán distaba de estar sujeto a convencionalismos o casualidades. Tanto era así que lo que allí se manifestaba cambió su vida para siempre.</div><div align="justify"><br />Numerosos factores debieron reunirse para hacer posible tan insólita representación, que de no ser por su crueldad hubiera podido tratarse como algo artístico. El caído, cubierto con lo que fue su habito rojo fuego, parecía conformar la figura de un árbol de ramas carmesí cuyo tronco hubiera empezado a secarse.<a title="" style="mso-footnote-id: ftn1" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=4262484856775789013#_ftn1" name="_ftnref1">[1]</a> Tal visión para espectadores tan devotos como iletrados habría sido acogida con temor, al dar la impresión de que los dioses le arrancaran la vida movidos por un incontrolable arrebato de creatividad, mas para alguien como el capitán era una señal, una hermosa manera de glorificar al que yacía y tal vez, sólo tal vez, una reprimenda, en la que pretendían hacerle saber cuán descontentos estaban con el trato a uno de sus hijos y, en definitiva, de como terminaron las cosas.</div><div align="justify"><br /><a title="" style="mso-footnote-id: ftn1" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=4262484856775789013#_ftnref1" name="_ftn1">[1]</a> N. del autor: El árbol, además de ser el distintivo de los portadores del ojo de dioses, es uno de los más representativos símbolos sagrados.</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-56119196508902813312009-06-20T09:06:00.000+02:002009-06-20T19:56:24.826+02:0011º pasaje, Cap 8<div align="justify">―Gracia…madre ―dijo con voz queda al sentir el agua en sus labios. Y tras intentar vislumbrar su entorno continuó hablando. ―Está oscuro,…aún es pronto…para salir a los campos…con el padre,…dormiré un poco más…Dame una manta, madre,…tengo frió ―solicitó este, mostrando cierta placidez cuando sintió como su cuerpo fue arropado por la misma túnica de la que le desposeyeron para atender la herida.</div><div align="justify"><br />«Su vida se apaga. Le estoy perdiendo. Se va. Dioses no permitáis que se lleve verdades que podrían cambiarlo todo».</div><div align="justify"><br />―Óyeme bien. Contesta a mi requerimiento y podrás descansaras cuanto quieras. ¿Él dijo que la mataría? ―preguntó el capitán apremiante, como si el pasar de cada latido contara, y con él creciera su desazón. ―Aún en tu estado te está permitiendo servir a los dioses. ¿Te das cuenta?<br />―Los dioses…debo ofrendarme…a ellos ―indicó turbado, como si aquella fuera la única palabra con cabida en su conciencia. Ante la proximidad de la muerte debía elevar a los dioses “La última plegaria”, para que tuvieran a bien acoger su alma.</div><div align="justify"><br />―Guiad mi plegaria,…hermano mayor,…no quiero errar… ―demandó suplicante, como si temiera perecer sin ella más que a la misma muerte, mientras a tientas conseguía aferrarse al brazo del capitán para reforzar su requerimiento. Dicho esto toda posibilidad de continuar con el interrogatorio se esfumó. No podía, por más que lo hubiese querido, negarse a compartir la última plegaria con un hermano moribundo. </div><div align="justify"><br />Entre sus manos tomó las del joven y comenzó una oración lenta y pausada, a veces recitada a la par, a veces repitiéndose lo manifestado previamente. Y así, de forma lenta y tortuosa, prosiguieron, hasta que la segunda voz se extinguió, dejado huérfana a la que habría de subsistir hasta concluir la plegaria. Sólo entonces el capitán posó su mano en uno de los lugares donde el pasar de la sangre se mostraba al tacto, para descubrir el débil palpitar.<br /><br />Dada las restricciones a las que lo condicionaba el acuerdo poco más podría hacer, y es por ello que se arrodilló junto a su cuerpo, para empezar una nueva plegaria que no finalizó hasta despuntar las primeras luces del alba.<br /><br /><em>Seguiré manteniendo la esperanza, hasta que la imposibilidad termine por abatirla del todo</em>.<a title="" style="mso-footnote-id: ftn1" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=4262484856775789013#_ftn1" name="_ftnref1">[1]</a></div><div align="justify"><br /><a title="" style="mso-footnote-id: ftn1" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=4262484856775789013#_ftnref1" name="_ftn1">[1]</a> N. del autor: Comentario hecho por Súlian de Edar, poeta y guerrero, durante la defensa del último bastión de los Thurshálian, el cual hubo de defender con apenas un puñado de supervivientes de los constantes asedios de los ejércitos de las seis casas.</div><div align="justify"><br />Lo que estaba destinado a ser el extermino de una civilización tomó tintes de esperanza cuando tras una prolongada y exitosa defensa se les planteó la anexión al imperio mediante un tratado de paz en el que no se habló de rendición, sino de compartir los privilegios y deberes que del resto de las casas, formándose así la séptima de ellas, La Casa de Úrman.</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-23421782228154237272009-06-18T10:50:00.000+02:002009-06-18T14:58:47.400+02:0010º pasaje, Cap 8<div align="justify">―¿Matarla? ¿A qué te refieres? ―exclamó el capitán, el cual, pese a su más que aparente desconcierto, lo conminó a responder .</div><div align="justify"><br />―Quieran los dioses perdonarme… ¿Quién soy yo… para dudar… de sus designios?</div><div align="justify"><br />Como si él mismo fuera desconocedor de sus comentarios permaneció sumido en aquel acentuado trance, y cargado de un sopor tan contiguo a la inconsciencia que mantenía fuera de su alcance los requerimientos dirigidos a su persona.</div><div align="justify"><br />«¿Hasta qué punto puede ser licito otorgar credibilidad a los desvaríos de un moribundo? ¿Pero acaso este testimonio no es tan inverosímil como para no descartarlo a la ligera?»</div><div align="justify"><br />―¿Dijo que la mataría? ―inquirió el capitán. ―¡Vamos! No es momento de silencios. ¡Contesta! ¡Es La Fe quién te lo pide! ―. Y así, pese a la carencia de seguridad, persistió en instigar a cuanto perduraba en aquella carcasa privada de raciocinio. Sin embargo tan hostigadores requerimientos en nada condicionaron su actitud, tanto es así que sus ojos se cerraron con aparentes trazas de no volver a abrirse.</div><div align="justify"><br />La desesperación se apoderó del capitán, y ante la imposibilidad de permanecer impertérrito asió del brazo al acólito y lo zarandeo, sin excesiva rudeza, pero con más brusquedad de la aconsejable en su estado. Acción que provocó que la apertura de sus ojos viniera coreada por lamentos que se ahogaban en su debilidad. Y tras el lastimoso resurgimiento ladeó la cabeza con la mirada perdida hacia la voz que le hablaba, sin identificar al que permanecía expectante al ver que sus labios se entregaban a la ardua labor de articular palabras.</div><div align="justify"><br />―Tengo sed ―se limitó a decir.</div><div align="justify"><br />Aniquiladas las esperanzas de una respuesta satisfactoria, la paciencia del capitán se vio condicionada al desbordamiento hasta tal punto, que llegó a sentir vivos deseos de golpearle. Mas en el último momento refrenó su mano consciente de lo absurdo e inadecuado de semejante acción. Y carente de más opciones se entregó a cumplir sus requerimientos, sabedor de que sería absurdo mantener por más tiempo la farsa. </div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-61123093719471340952009-06-16T00:31:00.000+02:002009-06-16T00:31:00.775+02:009º pasaje, Cap 8<div align="justify">―Dirigían…nuestros actos. Sin saberlo…cumplíamos…su mandato. Tal vez ella…no me odiara, ni él…tuviera en…realidad…intención de matarla ―aseveró radiante, inmerso en una certidumbre enturbiada por el tono de su voz y el halo de delirio que acompañaba las expresiones de su macilento rostro. Mas a causa de la inesperada confesión la angustia se relegó a un segundo plano. Quiso el destino que la conciencia de aquel portador sintiera la punzada de un deber, que silenció todo el reducto de lástima que en su inquisidor corazón se albergaba.</div><div align="center"><br /><br /><strong>IMPUREZAS DE TODO SER</strong></div><div align="justify"><br /><br /><em>La condición humana es lo más sucio e infame que tenemos. Una lacra que resulta tan indigna como necesaria, porqué ésta, de algún modo, impide que olvidemos nuestra insignificancia; la completa imposibilidad de una perfección que siempre nos estará negada. Este estigma que nos limita y en ocasiones nos condena representa los largos tentáculos de los que se vale el instinto para conduciros a la perdición. Toda ella no es más que un cúmulo de mediocridades y defectos, con los que habremos de lidiar hasta el fin de nuestros días para evitar que emerja lo execrable de nuestra mera mortalidad.<br /><br />Extraído de una charla que Lábir Slohiun, uno de los alistadores eclesiásticos encargados de recolectar a los niños para La Orden, daba a un grupo de futuros acólitos al completar el primer semestre de aprendizaje.</em></div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-60825707131344465202009-06-14T10:02:00.000+02:002009-06-14T10:02:00.846+02:008º pasaje, Cap 8<div align="justify">«¿Dónde encontrar palabras que calmen tu curiosidad sin faltar la confianza que me otorgas?»<br />―¿Qué podría importar? ―preguntó parco y displicente, para que su azoramiento fuera menos ostensible.</div><div align="justify"><br />―A mí…me importa.</div><div align="justify"><br />Su mera imagen resultaba hiriente, atribulaba la conciencia hasta hacer que el corazón diera un vuelco, mas sea cual fuere el rumbo que aquella injusticia tomara o cuán insoportable se volviera debía aguantar. Estaba obligado a continuar con tan insufrible papel por mucho que se prolongara, aunque por ello tuviera que hacer de la ruindad y la mentira su dogma.</div><div align="justify"><br />«¿Tendrá a bien en su estado aceptar la ambigüedad por respuesta?»</div><div align="justify"><br />―Nos sometemos, con o sin saberlo, a constantes pruebas impuestas por hombres y dioses, estando la mano de estos últimos detrás de todas por extraño que pudiera parecernos ―argumentó, tratando de insuflar a convencimiento.</div><div align="justify"><br />―¿Y por qué…pese a ello…no logro encontrarle…sentido? ―volvió a preguntar, al tiempo que de su perdido mirar manó la inquietud y desesperación ungidas en un incesante mar de lágrimas.<br />«Te ruego que aceptes cuanto te ofrezco. No me fuerces a añadir una nueva falsedad a tus miserias y mi pecado».</div><div align="justify"><br />―Todo en esta vida lo tiene aun cuando en su complejidad no lo hallemos. Tal vez hoy entregues la tuya, mas dicha entrega no habrá de verse exenta de valor. Y creo poder asegurar que si así ocurriera, formaría parte de intereses ya dictados que escaparían a la comprensión de muchos.</div><div align="justify"><br />»Sólo puedo decirte que no está en mi mano contestar con mayor claridad. Reconfórtate pensando que en cierta manera te convertirías en un instrumento que fue útil a los propósitos de la Fe, y eso habrá de reportarte orgullo. Éste podría ser el momento para el que has nacido, y de ser así habrías cumplido y morirías en paz.</div><div align="justify"><br />Pese a lo que cabría esperar del comentario, algo más sutil pero tan enfermo de vacuidad como el que lo precedió, obtuvo mayor resultado. Su juvenil rostro, como si de una bendición se tratara, se inundó de tranquilidad, algo que causó al capitán gran dolor. Y fue entonces cuando surcó el suyo con la mano, para advertir con desconcierto que ésta quedaba bañada en llanto. Era aquella una sensación perdida, olvidada tiempo atrás, apenas el vestigio de una niñez que ni tan siquiera pertenecía a esta vida. Es por ello que tan desapacible sensación representó la más clara muestra de su caída. A cuenta de dicha revelación sintió que, pese a sus años, nunca antes había estado tan unido a la mezquindad, y hasta tal punto se vio condicionado que, desde ese instante y para siempre, murió toda sensación de pureza. En lo sucesivo, y pese de seguir honrándola, jamás volvió a sentirse digno de pertenecer a La Orden, aun cuando hubo de ser la última vez que omitió la verdad.</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-69439852107794402092009-06-12T09:42:00.000+02:002009-06-12T09:42:00.984+02:007º pasaje, Cap 8<div align="justify">Cuando además de la negación se expresó el motivo, el joven cayó en la cuenta de cuán inadecuada era la petición y vergonzoso que tuviera que recordársele algo tan primario, mas se tragó el amargor. Y así, tras respuesta, concienciación, y un silencio tan breve como ingrato habló. La proximidad de la muerte hizo que dejara de lado todo comedimiento, para buscar la respuesta de una pregunta que le quemaba en la boca.</div><div align="justify"><br />―Señor,…aliviad al menos mi sed de conocimiento. ¿Soy… víctima de una prueba que… no supe pasar? ―preguntó sin eludir la culpa y mostrando un desconcierto cercano a la obsesión. Llegado a este punto apenas le quedaba apelar a la lógica, aferrarse desesperadamente a ella como si se tratara de un solitario madero a la deriva en un mar de dudas. Unos de los exiguos restos a los que le era licito asirse después de aquel naufragio social.</div><div align="justify"><br />Nunca hubo entre ellos ningún lazo emocional, mas verlo en aquel estado le partía el alma. Y ante aquello se sintió indigno, como nunca antes, indigno por el trato que le dispensó y el que habría de dispensarle e indigno por tener miedo, porque aunque le costara asumirlo, de entre todas las razones que le llevó a aconsejarle el descanso primó la más deshonesta, puesto que sabía que si la conversación seguía por estos derroteros aflorarían comentarios o preguntas destinados a airear tan indecoroso convenio. Y fue por ello que hubo de hostigar su conciencia, forzándola a engendrar mentiras que ofrecer al que yacía.</div><div align="center"><br /><strong><br />BAJO EL PESO DE LO QUE SE HA DE AMAR</strong><br /></div><div align="justify"><br /><em>Tan inusitado es el precio que pagan los hombres por mantenerse irreprochables, como exacerbados los remordimientos y la culpa que ellos mismos se infligen cuando han de faltar al honor.</em></div><div align="justify"><br /><em>Si pretendéis ocasionar el mayor de los daños volved dicho honor en contra de aquello que más hubiera de amar, y ellos mismo no cejará en provocarse un sufrimiento que difícilmente estaría en vuestra mano.<br /></em></div><em><div align="right"><br /></em>Garin</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-3212504387898928262009-06-10T08:56:00.000+02:002009-06-10T09:09:49.561+02:006º pasaje, Cap 8<div align="justify">―No lo vi venir ―confesó, expresando, con cada una de las formas que su persona tenía de hacerlo, hasta que punto se veía condicionado por la amargura, y como enfermo de desesperación se entregaba a la búsqueda de una redención que necesitaba más que el vivir. Es por ello que su mortificación aumentó cuando el capitán derramó indulgencia sobre sus heridas.</div><div align="justify"><br />―Tengo sed… ―confesó en mitad del incomodo silencio, al tiempo que ladeaba la cabeza, ya no por encubrir la obviedad del llanto, si no porque le avergonzaba encontrarse con la mirada de su preceptor. ―¿Tuvieseis a bien…darme agua? ―solicitó con palabras carentes de aire, como si éstas se vieran cada vez más estranguladas.</div><div align="justify"><br />«¡Te daría a beber mi sangre si pudiera! ¿Mas cómo hacerlo sin que se supiera que estamos viviendo una farsa?»</div><div align="justify"><br />―Sabes que no puedo darte agua. Estás en mitad de un juicio de dioses. El mero hecho de hablarte ya roza lo prohibitivo.</div><div align="justify"><br />»Déjate llevar por el sueño y descansa que pronto llegará la mañana. Con el sol en el cielo se ven las cosas de otra manera ―le indicó escuetamente. Y al igual que en anteriores ocasiones dejó que su severidad se diluyera hasta casi dulcificarse .</div><div align="center"><br /><strong><br />POR CUANTO HUBIERA DE DAROS</strong></div><div align="justify"><br /><br /><em>Pero aunque no brotara más que amor de vuestros labios, y los gestos de amistad se sucedieran en una interminable espiral de cordialidad, ¿cómo debería sentirme cuando renegáis de las palabras conductoras de mi pensamiento, no deseando de mí más que la armonía y el cariño de una silenciosa sonrisa?</em></div><em><div align="right"><br /></em><br />Sunainen</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-9168115617809817722009-06-07T10:24:00.000+02:002009-06-07T10:24:00.228+02:005º pasaje Cap 8<div align="justify">―Nunca habría imaginado…el día en que os tuviera ante mí,…aguardando…que me llegara la muerte. Mas guardad cuidado,…sé…que tengo lo que merezco. Yo…yo…he deshonrado la orden ―indicó el joven con voz queda y visible abatimiento.</div><div align="justify"><br />«¿Dioses por qué le permitisteis despertar? ¿Acaso no ha sufrido bastante?»</div><div align="justify"><br />―Ahorra el aliento, hermano, y abstente de emitir juicios de valor ―respondió prestamente. Mas apenas proferir el comentario sintió que se había expresado con demasiada aspereza. Y no se le ocurrió otra cosa para tratar de suavizar la situación que seguir hablando. ―Dejarte llevar por las cavilaciones que no te hará bien. Relájate e intenta dormir un poco ―aconsejó el capitán, a medio camino entre consuelo y displicencia.</div><div align="justify"><br />―¡No!…No lo entendéis. ¡No deseo!…vivir. Tengan los dioses a bien…darme una pronta muerte ―replicó alterado. ―De no ser así…os correspondería a vos…imponerla…Sois…al que más he desairado…y por ello…el adecuado para librar de mí…a La Orden ―reclamó, con una seguridad que de ninguna manera parecía condicionada por las circunstancias.</div><div align="justify"><br />«¡No sigas por ahí! ¿Forman tus palabras parte de mi condena? ¿Acaso es éste el modo elegido por los dioses para hacerme ver que erre en mi decisión?»</div><div align="justify"><br />―No seré yo quien se muestre incapaz de perdonar una falta. Y mucho menos permitir que ésta, por más que hubiera de desairarme, me lleve a pretender buscar justicia más allá de la que los dioses dictaran―. Con esta rotundidad le contestó, una rotundidad destinada a erradicar todo compromiso moral con él, a liberarlo de represalias al tiempo que le permitía distanciarse emocionalmente. Pero pese al cuidado al elegir los términos y el modo en que fueron expresados, apenas salió de sus labios aquel sentencioso comentario volvió a acrecentarse el caudal de lágrimas.</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-30524325915337162032009-06-05T10:23:00.001+02:002009-06-05T10:23:01.008+02:004º pasaje Cap. 8<div align="justify"> Cuanto habría dado el capitán por poder hacer honor a lo que en verdad hubo de suceder. Cuanto por tomarlo de la mano y decirle que en modo alguno debía de sentirse causante de lo ocurrido. Que en realidad no era más que un infeliz usado como cabeza de turco. Un infeliz con el que comerciaron. Compraron con la reputación de ambos el silencio que traería tranquilidad a La Orden, siendo del todo irrelevante que hubiera o no de morir para que el acuerdo llegara a buen termino.</div><div align="justify"><br />Sórdida y dolorosa habría sido la confesión y grande el daño. No obstante la dureza de esta realidad resultaría infinitamente más piadosa que el hecho de atribuirle la culpa, ya que al menos se le expondría como algo prescindible aunque de cierta utilidad. La historia urdida en cambio, lo presentaba como un completo estorbo, un ser cuya negligencia causó serios problemas. Y creyéndose responsable no concebía más deseo que el de morir con prontitud. Así la exposición a la vergüenza sería lo más breve posible. Cualquier opción se hubiera mostrado más decente y piadosa que la de permitir que tras aquella tortura cruzara las puertas de la muerte llevándose consigo esa mentira.<br /> </div><div align="center"><br /><strong>LA MENTIRA TIENE MIL CARAS, A CUAL MÁS HERMOSA</strong></div><div align="justify"> </div><div align="justify"><br /><em>Difícilmente hallaréis ocasiones en las que la verdad resulte provechosa, puesto que ésta a de converger por un camino único e invariable. La mentira en cambio puede ser adornada como hubiera de convenir a cada ocasión, siendo esto lo que le da ese singular atractivo más acorde con nuestros anhelos; permitidnos componer en base a ilusiones pesares y miedos. De este modo el ingenio es capaz de doblegar la autenticidad dando paso a una verdad alternativa que, una vez concebida, puede llegar a asumir con tiempo y cuidados tintes de realidad.<br /> </em></div><div align="right"><br /><br /> Garin</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-74430039329878483922009-06-02T10:22:00.001+02:002009-06-02T10:22:00.392+02:003 pasaje Cap. 8<div align="justify">Muchas hubieron de ser las palabras que allí se dijeron, muchas las pausas para tomar aliento, y prolongadas las esperas que a éstas vinieron a sumarse debido a las continuas arremetidas de una tos que, desconocedora de recato, se extendía con exasperante dilación hasta remitir de un modo temporal. A aflicciones y achaques habría de añadirse el nerviosismo, que lo predisponía a expresarse, cuando podía, atropelladamente y con poca claridad, confiriéndole, pese al fervor y la entrega, cierto aire de irresoluta insensatez. Y entre tanto el capitán permanecía allí, tratando de soportar la implacable dureza de un castigo que recaía sobre su conciencia, la cual, debido a su condición, no dejaba de verse aguijoneada por hirientes mensajes impregnados desde un principio en el engaño, viéndose acrecentado el daño por la inocencia de su interlocutor.<br /> </div><div align="center"><br /><strong>PARA NO HERIRLOS</strong></div><strong></strong><div align="justify"><br /><br />No hay peor veneno para el alma, ni que pudiera prestarse mejor a este fin, que el que extraemos del dolor, de un dolor que, con mentiras, infligimos a los que han de importarnos para evitarles un daño mayor.<br /> </div><div align="justify"> </div><div align="right"><br />Ulben Iknuar</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-28831033680797642842009-05-30T10:20:00.003+02:002009-05-30T10:20:00.427+02:002º pasaje, Cap. 8<div align="justify">A causa de las circunstancias se convirtió en un náufrago que aún a merced de la oscilante marea de dolor logró subsistir. No obstante, este suplicio distaba de ser el mayor de sus problemas. Por extraño que parezca se hallaba tan lejos de verse arrastrado por los condicionamientos propios de una situación como ésta, que ni tan siquiera la posibilidad de sucumbir le suponía algo a tener en cuenta. Todo mal se vio eclipsado por padecimientos que transcendía más allá de cualquier dolencia física. Saberse observado por la impasible mirada del capitán y desconocer que la aparente falta de piedad no era más que un rictus cotidiano lo que precipitó a las cimas de la desesperación. De este modo, y sin que hubiera ningún tipo de barrera moral que diera pie a que el comedimiento se mantuviera incólume, los sentimientos camparon con libertad. Esto dio lugar a un acusado mar de lágrimas que contribuyó a recrudecer aún más las suplicas y llamamientos que, con voz trémula y entrecortada, afloraron como el fiel reflejo de unos estigmas que tras ensañarse con su alma adoptaron la forma de lamentos. Así su padecer fue exteriorizado. Y sería la necesidad de hacer valer sus palabras en un cuerpo que apenas podía llevar a buen término los más simples dictados lo que espoleó al espíritu, hasta conseguir, poniendo en ello la más conmovedora entrega, sacar fuerzas de donde no cabía que las hubiera, y con las que lejos de pretender alcanzar el perdón se entregó desesperadamente a la búsqueda de un ápice de comprensión, del calor humano que aliviara su alma en los que podrían ser los últimos reductos de su existencia.<br /><br /> </div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-48005589694453949722009-05-27T10:19:00.004+02:002009-05-27T10:19:00.171+02:001º pasaje, Cap. 8<div align="justify"><span style="font-size:180%;"><strong>La desesperanza de los caídos: Revelación</strong></span></div><span style="font-size:180%;"><div align="center"><br /></span><strong><br />CON CADA NUEVA HERIDA</strong></div><p align="justify"><br /><br /><em>No eres la primera ni serás la última, y sobreviviré a tenerte. No serás más que una nueva herida, una de tantas. El dolor se torna llevadero cuando en la consecución del sufrimiento uno se acostumbra a él.</em><br /><em>Ya no espero la felicidad, ni tan siquiera la deseo; no se hizo para mí. A veces la veo como una pasajera errante que acrecienta mi angustia cuando, tras paladearla, se aleja con burlona apatía. Y tras recaer en uno de estos encuentro, sólo me consuela saber que la desesperación apenas dura un instante.</em><br /><br /><br /><em>Lanaiel</em> </p><p><br /></p><div align="justify">Tras mancillar la honestidad y ofrecer una somera despedida, Garin fue escoltado al interior por el resto del contingente. Y allí, abandonado al juicio de dioses, quedó el caído y junto a este el capitán, aquél que expuso su vida y sacrificó, en pos de un bien mayor la integridad de ambos. Un capitán que se mantuvo inerte y rumiando lo ocurrido, en tanto su mirada se posaba sobre quien se debatía entre la inconsciencia y la muerte. En momentos como aquél apreciar que su respiración ya representaba un consuelo, al que vino a sumarse la quietud de su inconsciencia. Sería el silencio y la contemplación del cuerpo lo que lo predispuso a recluirse donde razón y conciencia discrepaban sobre lo ocurrido. Mas dicha introspección no duró, junto a la esporádica ceguera quedó abolida al quebrantarse los intangibles lazos que lo retenían en aquel estado de subconsciencia por uno de los más angustiosos lamentos que habría de oir jamás, el cual, no sin cierta dificultad, tratará de definirse, aunque de seguro su semejanza con la veracidad para todo él que no fue testigo estará condenada a revelarse más remota y menos trágica de lo en verdad fue: aquella voz que anduvo sorda y desvaída, huérfana de matices y carente de fluidez, emergió con aflicción de su garganta, como si hubiera trepado con afán por ella sin más ayuda que la de un hilo que en todo momento mostró su predisposición a romperse. Ésta estuvo precedida e inconvenientemente acompañada a intervalos por una tos hiriente, que acrecentó con saña el ingrato padecer de la herida.</div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4262484856775789013.post-41584376783781661582009-05-24T10:16:00.000+02:002009-05-24T10:16:00.482+02:0030º pasaje, Cap 7<div align="justify">―Heraldo que ahí yaces, oye cuanto he de decirte y responde si es que tus fuerzas te lo permiten. ¿Sabes que dimensiones habría podido alcanzar una acción tan irreflexiva como la tuya? ¡Mínimo es el castigo que el destino ha tenido a bien imponerte! ¡Sólo tú eres el causante y quién cargará con la culpa! ―increpó el cortesano, aún sin ser capaz de precisar si le oía. Y dicho esto negó con la cabeza, e hizo un ademán en el que pretendía reflejar que hacía cierto esfuerzo por calmarse. A partir de ahí todo en él se suavizó considerablemente. ―¿Pero quién soy yo para reprobar el castigo que los dioses han resuelto imponerte? ―se dijo Garin en voz alta, como si el mismo se sorprendiese. ―Disculpa mi acritud, joven heraldo ―solicitó Garin, al tiempo que se inclinaba hasta ponerse de rodillas junto al muchacho.―Esto ya no está en manos de los hombres. Los dioses deciran tu destino ―tales palabras fueron expresadas a viva voz, para que quedara constancia de que el veredicto se tomó de mutuo acuerdo, tras lo cual volvió a dirigirse a él. ―Que vivas o mueras dependerá de que ellos puedan perdonarte.</div><div align="justify"><br />»―Aunque tu culpabilidad está clara, sabemos que no hubo malicia, y es por ello que rogaremos para que, de un modo u otro, encuentres la paz―. Dicho esto se inclinó algo más y posó los dedos en la herida para, con la sangre que quedó adherida en ellos, dibujar en la palma de la otra mano un rudimentario símbolo de carácter religioso. Acto seguido extrajo de una bolsa colgada del cinto un alfiler de oro labrado, con el que hizo sucesivas incisiones en zonas puntuales de dicho símbolo. Hecho esto, colocó su mano a un palmo de la herida y cerrando el puño la mantuvo allí, para que las gotas de sangre que de ésta manaban se mezclaran con la del muchacho. ―Que la providencia sea contigo y te traiga el perdón ―pidió Garin para él, y asiéndolo con cuidado de la cabeza selló aquel “emotivo” encuentro con un beso en la frente a modo de bendición.</div><div align="justify"><br />Cada uno de los pasos de este escueto ritual se efectuó fluidez, condicionado por el desconcierto y la lasitud, el mutismo y la mansedumbre propia de todo el que como él hubiera perdido una cantidad de sangre tan significativa.<br /> </div>Ángel Velahttp://www.blogger.com/profile/16730431677045179229noreply@blogger.com2