La desesperanza de los caídos: Revelación
CON CADA NUEVA HERIDA
No eres la primera ni serás la última, y sobreviviré a tenerte. No serás más que una nueva herida, una de tantas. El dolor se torna llevadero cuando en la consecución del sufrimiento uno se acostumbra a él.
Ya no espero la felicidad, ni tan siquiera la deseo; no se hizo para mí. A veces la veo como una pasajera errante que acrecienta mi angustia cuando, tras paladearla, se aleja con burlona apatía. Y tras recaer en uno de estos encuentro, sólo me consuela saber que la desesperación apenas dura un instante.
Lanaiel
Tras mancillar la honestidad y ofrecer una somera despedida, Garin fue escoltado al interior por el resto del contingente. Y allí, abandonado al juicio de dioses, quedó el caído y junto a este el capitán, aquél que expuso su vida y sacrificó, en pos de un bien mayor la integridad de ambos. Un capitán que se mantuvo inerte y rumiando lo ocurrido, en tanto su mirada se posaba sobre quien se debatía entre la inconsciencia y la muerte. En momentos como aquél apreciar que su respiración ya representaba un consuelo, al que vino a sumarse la quietud de su inconsciencia. Sería el silencio y la contemplación del cuerpo lo que lo predispuso a recluirse donde razón y conciencia discrepaban sobre lo ocurrido. Mas dicha introspección no duró, junto a la esporádica ceguera quedó abolida al quebrantarse los intangibles lazos que lo retenían en aquel estado de subconsciencia por uno de los más angustiosos lamentos que habría de oir jamás, el cual, no sin cierta dificultad, tratará de definirse, aunque de seguro su semejanza con la veracidad para todo él que no fue testigo estará condenada a revelarse más remota y menos trágica de lo en verdad fue: aquella voz que anduvo sorda y desvaída, huérfana de matices y carente de fluidez, emergió con aflicción de su garganta, como si hubiera trepado con afán por ella sin más ayuda que la de un hilo que en todo momento mostró su predisposición a romperse. Ésta estuvo precedida e inconvenientemente acompañada a intervalos por una tos hiriente, que acrecentó con saña el ingrato padecer de la herida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario