
―Ni nada estaría más alejado de la verdad, porque estas lágrimas son la clara muestra de que me hallo rebosante de alegría ―replicó nerviosa, desconcertada ante el brotar de unas lágrimas que nunca antes estuvieron condicionadas por el bienestar. Y rendida ante aquella verdad se entregó a sus emociones, mostrándolas con orgullo.
―Mis plegarias han debido llegar hasta los dioses. Porque ahora que sucumbo de soledad y preocupación, estás aquí. ¡Ellos te han enviado cuando más te necesitaba! ―confesó jubilosa, exponiéndole neciamente y sin ningún pudor el regocijo de unos pensamientos que con torpeza dejaban entrever el estigma de su dolor.
―Pero dime, ¿qué es aquello que te perturba, Iliandra? ―le preguntó el caballero de forma apremiante, mostrándose afligido al advertir la amargura destilada por semejante confesión.
―Sea lo que fuere lo he olvidado. Nada he de temer ya de fantasmas del pasado. Ahora que tú estás conmigo, nada lograría dañarme ―contestó ella con voz tenue, como si hablara dormida, sumergida en los placeres de un bello sueño.
HERMANDAD
Fúndete conmigo en un abrazo del alma.
No necesito tu cariño,
únicamente saber que no estoy solo.
Súlian de Edar
2 comentarios:
Buen post: corto, fácil, donde sigue el largo pero animado diálogo.
Como en ocasiones, me sobra la cita. Suena a moraleja metida con calzador... ¿No sería mejor que la recordase o él o ella, incluirla como diálogo?
Saludo Vito.
Creo que tienes razón con lo de la cita, ya veré si que hago con ella.
Un abrazo, y espero que te siga gustando ;)
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