
MIL DERROTAS DE UNA MISMA HERIDA
Sumido en la incomprensión,
la tristeza devoraba ávidamente su corazón aprensivo,
hasta que hubo llegado el día en que este insaciable carroñero
no dejó de él nada que mereciera la pena salvar.
Dalial.
Por más que quiso, ella no fue capaz de apartar la vista de un rostro que pese a todo mostraba la exigua quietud del que alcanza, tras interminables cavilaciones, un momento de lucidez; siendo ésta la que le permitió llegar a una conclusión tan triste como deseada. Y sirviéndose de la proximidad del abrazo, el caballero extrajo, sin que ella se percatase, un puñal.
1 comentario:
Publicar un comentario