
―Del mismo modo, debo pediros a vos que nos disculpéis por alterar la ronda. No sabéis cómo lamento ser el origen de vuestra turbación sin un motivo que así lo justificara.
Quedad tranquilo, pues esta acalorada discusión de viejos amigos ha sido zanjada. Y podéis, si así lo creéis conveniente, seguir con la guardia. Os doy mi palabra de que en breve abandonaremos el jardín y no os molestaremos más. Nos iremos esperando que a causa de este desafortunado percance no os dejáramos, a nuestro paso por él, el corazón henchido de cualquier sentimiento de inquietud o animadversión. De ser así ruego me lo hagáis saber para elevar una plegaria a los padres del cielo, en la que habré de pedir que vos quedéis libre de resentimiento, y que consigáis otorgar perdón y olvido a cuanto aquí aconteció.
Haciendo gala de una formalidad deliberadamente enturbiada por su fingida excitación, expuso a ambos palabras portadoras de paz y sosiego, las cuales representaban un llamamiento ineludible al sentido común.
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