24/5/09

30º pasaje, Cap 7

―Heraldo que ahí yaces, oye cuanto he de decirte y responde si es que tus fuerzas te lo permiten. ¿Sabes que dimensiones habría podido alcanzar una acción tan irreflexiva como la tuya? ¡Mínimo es el castigo que el destino ha tenido a bien imponerte! ¡Sólo tú eres el causante y quién cargará con la culpa! ―increpó el cortesano, aún sin ser capaz de precisar si le oía. Y dicho esto negó con la cabeza, e hizo un ademán en el que pretendía reflejar que hacía cierto esfuerzo por calmarse. A partir de ahí todo en él se suavizó considerablemente. ―¿Pero quién soy yo para reprobar el castigo que los dioses han resuelto imponerte? ―se dijo Garin en voz alta, como si el mismo se sorprendiese. ―Disculpa mi acritud, joven heraldo ―solicitó Garin, al tiempo que se inclinaba hasta ponerse de rodillas junto al muchacho.―Esto ya no está en manos de los hombres. Los dioses deciran tu destino ―tales palabras fueron expresadas a viva voz, para que quedara constancia de que el veredicto se tomó de mutuo acuerdo, tras lo cual volvió a dirigirse a él. ―Que vivas o mueras dependerá de que ellos puedan perdonarte.

»―Aunque tu culpabilidad está clara, sabemos que no hubo malicia, y es por ello que rogaremos para que, de un modo u otro, encuentres la paz―. Dicho esto se inclinó algo más y posó los dedos en la herida para, con la sangre que quedó adherida en ellos, dibujar en la palma de la otra mano un rudimentario símbolo de carácter religioso. Acto seguido extrajo de una bolsa colgada del cinto un alfiler de oro labrado, con el que hizo sucesivas incisiones en zonas puntuales de dicho símbolo. Hecho esto, colocó su mano a un palmo de la herida y cerrando el puño la mantuvo allí, para que las gotas de sangre que de ésta manaban se mezclaran con la del muchacho. ―Que la providencia sea contigo y te traiga el perdón ―pidió Garin para él, y asiéndolo con cuidado de la cabeza selló aquel “emotivo” encuentro con un beso en la frente a modo de bendición.

Cada uno de los pasos de este escueto ritual se efectuó fluidez, condicionado por el desconcierto y la lasitud, el mutismo y la mansedumbre propia de todo el que como él hubiera perdido una cantidad de sangre tan significativa.

2 comentarios:

Sharly dijo...

Angel donde pones: Los dioses deciran tu destino

¿deciran? no será decidirán. ;)

Ángel Vela dijo...

Pues si :S

Gracias coleguilla