14/7/09

Cap 11 (8)

Apoyándose pesadamente en la pared y tratando de valerse de unas piernas que se negaban a responderle se giró como pudo, para buscar el auxilio de la única persona próxima, y al hacerlo lo descubrió a su lado, exponiendo una quietud que en modo alguno resultaba corriente. De entre todos los factores a tener en cuenta cabía destacar el más imperceptible, uno que nunca habría sido pasada por alto por personas más receptivas. Personas entre las que el maestro de ceremonia se habría encontrado de no ser por las circunstancias. Pese a que el joven no se hallaba tan cerca de la ventana como para verse expuesto a la luz estaba envuelto por ella, como si ésta, hubiera recorrido la estancia para acceder a él. Y bañado por su ignominioso influjo aquel cuerpo desnudo adquirió un halo antinatural. Mas en momentos en los que uno se siente tan próximo a la extinción, la muerte del sentido común precede a la propia, no habiendo cabida para otro pensamiento que no fuera el de aferrarse a la esperanza que el joven pudiera traer consigo. Fue entonces cuando el maestro de ceremonias intentó apelar a él, como si la necesidad de ayuda no resultara evidente, pero por más que quiso valerse de las palabras, éstas, ajenas a su bienestar, se negaron a cumplir su cometido, impidiendo que se expresara de un modo coherente.

―No os entiendo, señor ―le respondió el muchacho con incontestables trazas de ironía.

Sin perder su sobriedad el efebo se acercó a la agonizante figura a la que fue ofrendado, aparentando que se esforzaba por oír cuanto tuviera que decirle, siendo su fingido interés lo que alentó al maestro a volver a repetir con angustioso énfasis su petición, sin que el resultado de ésta hubiera de diferir del anterior.

―Disculpad, pero no puedo complaceros si no sé que se os ofrece ―declaró el muchacho parcamente, mientras contemplaba gozoso como el pánico campeaba por el rostro de su “anfitrión”.

La desesperación instó al maestro a precipitarse sobre el muchacho, extendiendo los brazos para asirse a él. Pero éste tomando conciencia decidió apartarse y dejarlo caer, para acto seguido arrodillarse junto a él. Lo observó y al hacerlo se encontró con su desconsolado mirar, al tiempo que de sus labios emergió un intento de palabra que bien podría haberse parecido a ayuda.

―¿Queréis que os ayude? Por su puesto. Permitidme señor ―dijo agarrándolo por debajo de los brazos. Y una vez alzado, no sin cierta dificultad, lo apoyó contra la pared, para asirlo de manera más cómoda. Apenas en los brazos del muchacho creyó que los síntomas remitían, que el dolor que tan abruptamente sobrevino lo abandonaba de forma lenta pero progresiva.

―No os preocupéis, porque estoy resuelto a hacer cuanto esté en mi mano para acabar con vuestro sufrimiento ―afirmó el muchacho mientras lo cargaba, y al pasar frente a la ventana lo arrojó por ella de un violento empellón.

4 comentarios:

dafd dijo...

Muy bueno.

Ángel Vela dijo...

Gracias :)

Pero pareció un final algo abrupto, aunque creo que adecuado.

Y bueno, con esto termina la parte 2. La 3 y la 4 está escrita, pero me gustaría echarle un ojito antes, cuando salga del lio que tengo estos días.


Un abrazo. Nos leemos

Sharly dijo...

Angel donde dices: De entre todos los factores a tener en cuenta cabía destacar el más imperceptible, uno que nunca habría sido pasada por alto por personas más receptivas.

debería ser pasado por alto puesto que te estás refiriendo a los factores. ;)

Ángel Vela dijo...

Correctisimo, tomo nota ;)