
―Habiendo llegado a este punto, sólo su muerte podría atenuar la falta. No existe para él posibilidad de redención ―fundamentó el señor, tratando en vano de enmascarar su macabra satisfacción, tras lo cual se efectuó la acostumbrada pausa de rigor que precedía a la petición que, para ambos, ya era sobradamente conocida―. ¿Acudiréis, al igual que en anteriores ocasiones, a la llamada de la sangre? ―y fue así cómo se formuló la pregunta. A la cual el aludido no contestó, limitándose a asentir con solemnidad.
―¡Id pues tras él! ¡Y acallad los reproches de una virtud herida que reclama, para la restitución de su honra, la sangre de aquel traidor que ha ido a esconderse más allá de estos muros! ―exclamó con un fervor difícilmente contenido―.

―apuntó, mostrándose confuso, preocupado por lo que creía que estaba a punto de descubrir, lo cual podría convertirse en preludio de nuevas intrigas que dieran paso a una posible guerra.
«¿Por qué por más que intento desentrañar la razón de su proceder no consigo una explicación que se me antoje del todo racional?» pensó el señor para sí, intentando inútilmente aliviar su tan maltrecha conciencia.
―Sólo cuando obtengas de él lo indispensable para que mi necesidad de saber se vea satisfecha habrá llegado su hora. En ese mismo instante ¡mátalo! El modo en que lo hagas no me importa ¡Simplemente hazlo! Y trae una prueba de su muerte―. Y mientras ultimaba enardecido los detalles, determinando las pautas a seguir, una socarrona sonrisa de deleite se dibujó en su cara, como si pudiera vislumbrar el deseado desenlace de todo eso.

―Es probable que, llegado el momento, algunos de mis emisarios os salgan al paso para saber de lo acontecido. Mantenedlos informados mediante el método habitual. Y si por el motivo que sea hubiera algo que pudieseis necesitar, no dudéis en hacérselo saber y ellos mismos os lo proporcionaran.
Cuando sus palabras cesaron, el señor se giró encaminando sus pasos al marco de la ventana. Y allí quedó meditabundo, contemplando un enlutado cielo carente de estrellas.
―De todas formas, pasarán algunos días antes de que pueda recibir vuestras noticias. Me veo obligado a ausentarme. Parto a la capital para comparecer frente al Gran Consejo en un próximo concilio junto a los grandes señores de las otras casas; me dirijo a él inquieto por el rumor de que posibles malas nuevas vengan a sumarse a las ya tristemente conocidas ―comenzó a decir resignado, iniciando una insólita revelación en la que rumiaba cada pensamiento en voz alta, como si tratara, para sí, de poner en orden sus ideas.
«Inmediata parece hallarse la caída de otra de las grandes casas. Y todo apunta a que, tal vez, no me encuentre en el bando correcto, mas cuando llegué te di mi palabra de servir a tu casa y velar por sus intereses, y así lo haré, mientras haya una casa e intereses a los que servir».
―¿Podría saber cuáles son esos venideros problemas de los que me habláis, señor? ―inquirió volviendo a hacer gala de su inexpresividad.

―Deberemos mantener la serenidad en este difícil periodo en el que la sucesión de penalidades podría socavar nuestro ánimo y buen hacer ―aconsejó fervientemente, como si esta petición fuese una plegaria al sentido común. ―Creo que no será necesario advertiros de la discreción con la que deberéis proceder frente a tan delicada cuestión ―señaló el gran señor, haciendo una pausa tras la cual prosiguió―. Confío en vos. Nunca me habéis fallado. Y en numerosas ocasiones demostrasteis una inquebrantable fidelidad a la casa que os acogió. ¿Comprendéis lo importante que es esto para nosotros? ¿Sabéis cómo seremos vistos ante las demás casas si esto llegara a saberse? ―dijo en un tono ligeramente paternal, sopesando las terribles consecuencias que semejante problema podría llegar a acarrearle. Como sí, de algún modo, aquel arrebato de impropia sinceridad impregnada de desesperación terminara apelando a su benevolencia y sentido del deber en una súplica inexistente.
En ningún momento de esta confesión se volvió, negándole la visión del vergonzoso desconsuelo que sabía se dibujaba en su rostro.
―Señor, no es necesario que digáis más. Me lo habéis dado todo cuando no tenía nada, después de lo que antaño me quitaron. Fuisteis vos quien respondió por mí cuando ni tan siquiera mi propio padre quiso hacerlo. Os juro, por cuanto quiero y me importa, que nada impedirá que vuestro deseo se vea realizado. Aunque para ello tenga que mancillar con estas manos cien veces mi nombre ―proclamó empeñando la palabra, con toda la solemnidad que su rigidez le permitió reflejar.
Así habló aunque, pese a su total entrega, no hubo ninguna demostración de afecto, quedando claro que apenas le importaban los asuntos antes tratados y que, del mismo modo, no le movía nada personal en dicho cometido. Su actitud sólo reflejaba la deuda. Una obediencia rebosante de marcialidad.

―¡Qué así sea! Ahora ve, y lleva a cabo el castigo ―contestó el hombre grueso que, pese a ostentar tan notable posición, en estos instantes no era más que un padre abatido implorando justicia.
Sin mediar palabra alguna, la sombra, que en todo momento había permanecido arrodillada, se irguió, y girándose cruzó el umbral de la puerta.
6 comentarios:
"Os juro, por cuanto quiero y me importa, que nada impedirá que vuestro deseo se vea realizado. Aunque para ello tenga que mancillar con estas manos cien veces mi nombre" Ahí la embarró... ahora se hace amigo de su víctima y se arrepiente hasta el caracú de haber dicho eso.
Muy muy bueno el capítulo! Esto va tomando velocidad.
Saludos
Hola, no se si antes dejé un mensaje, pero si no es así, aquí viene otro.
- "―apuntó, mostrándose confuso y agitado, como si estuviera preocupado por lo que creía que estaba a punto de descubrir, lo cual podría convertirse en preludio de nuevas intrigas que dieran paso a una posible guerra."
Yo se que tu estilo es muy florido, pero al leerlo, yo encuentro que sería bueno tanto -ado. En vez de preocupado pondría "inquieto".
Saludos Emile ;)
¿Ya estamos especulando sobre hechos futuros? Eso está bien, señal de que se ha metido uno en la trama y le va dando que pensar.
Me has alegrado el día.
Un abrazo, nos leemos.
Hola, no se si antes dejé un mensaje, pero si no es así, aquí viene otro.
si, uno hay por aquí en el que me dices que llamabas a mi puerta por que llamé a la tuya, pero aun no sé cual es la tuya;) (picando en tu nick no se llega a ninguna parte)Quiero pensar que estás con otro blog novela, pero enlacé varios y tengo marera de saber el tuyo
- "―apuntó, mostrándose confuso y agitado, como si estuviera preocupado por lo que creía que estaba a punto de descubrir, lo cual podría convertirse en preludio de nuevas intrigas que dieran paso a una posible guerra."
Yo se que tu estilo es muy florido, pero al leerlo, yo encuentro que sería bueno tanto -ado. En vez de preocupado pondría "inquieto".
Gracias por el apunte, correctisimo, de hecho era una parte que ya me indicó otro compañero por privado y cambié en el texto original y se me pasó cambiar en el blog. La frase ahora quedaría así:
―apuntó, mostrándose confuso, preocupado por lo que creía que estaba a punto de descubrir, lo cual podría convertirse en preludio de nuevas intrigas que dieran paso a una posible guerra.(y así de camino se la poda un poquito que no le viene mal) ;)
Venga nos leemos, un abrazo.
Totalmente de acuerdo con emile: esto toma velocidad. La trama promete, y mucho.
Nos seguimos leyendo!!
Ya apenas queda un fragmento corto para terminar la parte 1.
A ver como creis que funciona la continuación, (por cierto es algo que no tengo muy claro, porque hay dos partes que se prestan a suceder a esta, ya en un futuro, si siguen quedando supervivientes, me gustaría saber vuestra opinión sobre que parte os parece mejor para sucederla de la dos.
Venga un abrazo, nos seguimos leyendo ;)
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