
Coartado por la tierna fragilidad de aquel joven espíritu, trató de evitarle, en la medida de lo posible, la crudeza del camino recto, optando por conducir tan difusa explicación por largos y sinuosos senderos de los que, con toda seguridad, su candidez saliera indemne. Pero por más que se esforzaba en explicar, de un sinfín de formas diferentes, los motivos por los que acceder al jardín de noche era un privilegio que habría de serle negado, no llegaban estos a poseer la solidez necesaria para que dicha cuestión quedara zanjada. Y aunque en este caso concreto la razón se presentaba burdamente como exigua portadora de una inconsistencia estéril e incapaz de expresar veracidad a los ojos de nadie, nada hubiera cambiado de no haber sido así. Poco podían importar las palabras o el modo en que fueran dichas, ya que, incluso antes de que la primera de ellas llegara a nacer de labios del padre, estaría condenada, junto con aquellas que la sucedieran, al más inexorable ostracismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario