13/10/08

Al despertar la llama de sentimientos dormidos, 3º pasaje, Cap 3

A pesar de debatirse hasta el último momento postergando su partida, el encuentro que del mismo modo el sol y la luna libraban en el cielo tocaba a su fin; no habiendo quien no supiera de antemano que tal contienda estaba perdida irremediablemente.

Extinguida la luz de la estrella de la mañana las puertas que daban al jardín se abrieron, surgiendo de ellas varios grupos que formaban en filas de a dos, envueltos en largas túnicas granates que conferían una apariencia impersonal. Portaban antorchas e incensarios, descollando en el cinto de cada acólito la empuñadura de una hoja que no desmerecía respeto.

Al igual que tantas noches que precedieron a ésta, se dispuso el cortejo fúnebre de los Heraldos del Sol; monjes guardianes encargados de llevar luz allí donde hubiera oscuridad. Así como es dictado en la plegaria a modo de bendición con la que se les otorga al finalizar el noviciado, llamada a convertirse en la prebenda para una existencia: “Ilumina cada sendero a tu paso, arrancando la negrura que de la luz se esconde. Tú serás el estandarte llamado a proclamar a los cuatro vientos la palabra.

Ve, símbolo de pureza, y aliméntalos con tu Fe hasta que sobrevenga el despertar de sus almas, y nuestro dogma se muestre a sus ojos más preciso que la propia existencia”.

2 comentarios:

Vito Márquez dijo...

Interesantes estos Heraldos del Sol. Buen detalle.

Ángel Vela dijo...

Saludos Vito ;)

En este mundo la curia está dividida en varios contingentes, cada uno con su labor. Ya irán saliendo más de fondo de alguna que otra historia.

Un abrazo.