Entre tanto, desde otro punto del jardín, la furtiva pareja presenciaba los instantes que antecedieron la extinción del sol. Y encontrándose próximos a quedar sumidos en una profunda oscuridad fueron sorprendidos, y sacados de la negrura, por alguien que, ajeno a ellos, iluminó una estancia del edificio contiguo. Tenuemente se desprendió de una de las ventanas la cálida luz que hubo de envolverlos, sin que por se le restara a la situación ni un ápice de privacidad.
Ambos sabían que no era lícito continuar en el jardín con la caída del sol, y aun así continuaron; en el caso de ella por omisión, en el de él, por estar ajeno a luz u oscuridad, a criterios, leyes, y al mismísimo pasar del tiempo; nada había más allá de saberse en sus brazos. Es por ello que pese a todo se mantuvieron unidos, juntos en un mudo arrullo que hubo de perdurar hasta que ella, tiernamente, se entregó a atusar un mechón alborotado por las surgidas ráfagas de una brisa que la noche trajo consigo. Mientras esto ocurría Sionel tomó su mano, y al posarla sobre el rostro cerró los ojos, como si con ello pudiera disfrutar más intensamente de la magia de un momento más cercano a extinguirse de lo que para él cabría imaginar, puesto que, por más que así lo quiso, su acompañante no consiguió retener por más tiempo aquella pregunta que parecía quemarle los labios. Y sin sopesar las consecuencias que ésta acarreara, dio plena libertad a las palabras portadoras de su pensamiento en el preciso instante en que la luz de la ventana se apagó.
2 comentarios:
Bella escena... Aunque el punto del pelo le da un tufillo a anuncio de champú.
Gracias, y eres un mamón, jajajjaja.
Más quisieran el llongueras semejante modelo, ajajaaja
Nos leemos ;)
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