9/10/08

Al despertar la llama de sentimientos dormidos, 1º pasaje, Cap 3

Lo peor de cada uno: Alimentando la bestia interior.


CON LA EROSIÓN DE LO QUE NOS HACE HUMANOS



Empiezo a sentir cómo se consume mi espíritu a causa de heridas demasiado insignificantes para ser defendidas, que desde que es conocedora de mi padecimiento, la alegría rehúsa abiertamente mi compañía. Ella sabe que estoy enfermo de ira, que ésta se abre camino, que se propaga; comenzando a hacer mella en los ánimos, al tiempo que se hace extensible a todo aquél que entrara en contacto conmigo.


Tekil Zu

Tras permanecer sumida de forma atemporal en otro de aquellos introspectivos periplos en los que su conciencia tenía a bien embarcarse sin previo aviso, le fue devuelta la percepción de lo externo, recordando, presa de un incomodo desconcierto, el motivo que la instó a emprender tan precipitada huida. Entretanto el caballero, actual causante a la vez que conocedor de esta insólita peculiaridad, mal que hubiera de pesarle y dadas las circunstancias, se limitó a esperar el regreso.

«¿Cómo es posible que tal sentir sobreviviera a los años sin más sustento que el de un mero esbozo de juventud?» Pensó Iliandra sin salir de su asombro.

―Habéis cambiado mucho en estos años, señor. ¿Sabríais decirme qué ha sido de aquel joven larguirucho que marchó a la guerra para convertirse en soldado?― preguntó divertida, intentando, no sin cierta dificultad, dejar a un lado la situación antes acaecida; como si pretendiera ahogar la vergüenza en una charla llena de trivialidades.

―Soy lo que de él subsiste. ¿Tanto he cambiado para qué rehúyas mirarme? ―respondió con tajante severidad.

«Semejante fiereza nunca fue propia de él ¿Cuánto habrá podido trocarte este tiempo, mi muy querido Sionel? ¿En verdad te pertenece la sombra que sobre ti se cierne infundiéndome temor?»
―Sabes bien que no, Sionel… ¿por qué me haces tal pregunta? ―dijo con voz pausada, tras encajar tan hiriente comentario.

―Discúlpame Iliandra, no pretendía ofenderte. Estos años de guerra deben estar haciéndome perder los modales ―argumentó débilmente, denotando en el tono de su voz la sinceridad de un sentido pesar; y mientras esta compungida declaración salía de sus labios se aproximó a ella, aún de espaldas, para posarle apaciblemente la mano sobre el hombro, aguardando con mansedumbre que quisiera perdonarlo.

«¡Es él! Algo entristecido en el fondo. Tal vez más parco y huraño; mas no deja por eso de ser mi Sionel. ¿Quién soy yo para juzgarte? A saber hasta que punto un espíritu como el tuyo debe haber sufrido ante el cruel influjo que la guerra ejerce. ¡Oh, dioses! ¡No permitáis que quede ahogado el dulzor de su alegría, en ese ingrato regusto que tales contiendas dejan en el alma!»
―No tienes por qué disculparte, fui yo la que actué con descortesía ―respondió la dama con sobria circunspección―. Aunque no toda la culpa es mía, y conociéndote sé que me perdonarás ―añadió mirándole de soslayo. Iluminándose su rostro al mostrar furtivamente una mueca juguetona.

―Sigues siendo una repelente niña mal criada ―afirmó con el ceño fruncido y una sonrisa de sorprendida jovialidad.

Tras ese comentario se volvió hacia él, para quedar apoyada sobre la valla que separaba el jardín del camino con las piernas cruzadas, deseosa de proseguir con una conversación que había tomado un cariz que resultaba de su agrado.

«¡No hay duda es él! Siempre ha estado ahí. Apenas tenía que mirar un poco más allá. ¡Oh Sionel, que feliz me hace volver a saberte a mi lado!»
―Y tú un viejo gruñón. Hay cosas que no cambian nunca, ¿verdad? ―preguntó divertida, tras lo cual comenzó a reírse cubriéndose la boca con la mano, como cuando era niña; haciendo gala de una encantadora sencillez repleta a un tiempo, de aquella insólita naturalidad que pocas mujeres poseen, que más que con los labios sonríen con el mirar.


SIN MÁS VOLUNTAD QUE AMARTE

Sólo con una mirada o un gesto
puedes ofrecerme o negarme una existencia dichosa.
Eres la que hace a mi corazón
debatirse entre los sentimientos más contradictorios.


Súlian de Edar.

2 comentarios:

Vito Márquez dijo...

Una escena de coquetería de corte.

Seguimos leyendo.

Ángel Vela dijo...

Un placer verte por aquí.

A ver que me vas diciendo de lo que sigue ;)

Un abrazo