―¿¡O es qué no merezco amar y ser del mismo modo correspondido!? ―increpó con vehemencia, en tanto seguía debatiéndose en aquel airado monólogo, buscando desesperadamente arrancar con tan violenta declaración de amor una respuesta satisfactoria. Pero ella que, sobrepasada por lo acontecido, no pudo hacer frente al firme rencor que se exponía en su mirada, cerró los ojos y apartó la cara, tratando de renegar de la pesadilla que le estaba tocando vivir.
El temor y la impresión habían paralizado su lengua, y consciente de su desamparo no le quedó más que rezar para sí, pidiendo, al tiempo que se debatía presa de visibles temblores, que su padecer terminara cuanto antes.
2 comentarios:
Refuerza que he dicho anteriormente.
Vaya por dios, pues sigue un poco en la onda, pero no mucho rato, jajaja.
A ver qeu me dices al final ;)
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