14/10/08

Al despertar la llama de sentimientos dormidos, 4º pasaje, Cap 3

Cuando el último de ellos franqueó los portones se cerraron, produciéndose en el silencio de la noche un sonido metálico que expiró con brevedad. Inertes y en completo mutismo aguardaron, hasta que habiendo transcurrido un instante, la cavernosa garganta de uno de ellos emitió las primeras notas de una sobria oración, con la que a modo de réquiem despedían al astro rey. A la señal del precursor, y tras la consumación del primer compás, el resto de voces se alzaron para hermanarse con él, y juntas hubieron de proseguir hasta concluir la salmodia; siendo el momento establecido para iniciar una marcha en la que quedaba de manifiesto a cada paso, la remarcada sobriedad impresa en su parsimonioso avance.

La trémula luz de las antorchas permitía entrever los marmóreos e inexpresivos semblantes que bajo las capuchas se encontraban; semblantes que parecían marcados por el mismo estigma, el cual hacía que, pese a sus diferencias, se hallasen en ellos cierta semejanza. Según decían resultaba habitual que incluso antes de ser ordenados sus caras se tornaran opacas, como la corteza de un árbol muerto; siendo presumiblemente el hecho de que se vieran tan colmados de abnegación, lo que hacía que no quedara lugar para expresión que reflejara en ellas el más leve atisbo de conciencia o voluntad. Cómo si tras sumirse en un profundo trance se hubieran convertido en las apáticas marionetas de un macabro hacedor, que, para exhibirlos como espectros que tras sus etéreas vestimentas aún conservaban la carne, erradicó de sus semblantes ese algo que nos hace humanos.

Pese a iniciar la marcha desde diversos lugares, el cortejo confluyó en un punto del jardín; y habiendo llegado a éste comenzaron a dispersarse, para perderse en su interior como rutilantes luciérnagas.



AL BRILLAR SIN ALMA

Caballeros de la Fe y Heraldos del Sol. ¿De qué habrían de servirles tan notables títulos si no quedará de ellos más que un caparazón vacío cuando la religión termine de carcomer sus almas?

Ólonam

2 comentarios:

Vito Márquez dijo...

Ah, la mejor cita de la novela hasta ahora para mi gusto.

Felicitese en mi nombre a Oloman.

Un párrafo muy bueno.

Ángel Vela dijo...

Gracias :)

Espero que des con otra que te gusten tanto como estas. ;)

Por cierto, no sé si habrás caido en la cuenta de donde sale el nombre de Ólonam, (creo que lo comenté en alguna ocasión).

Quiero pensar que algunos de mis mejores fragmentos están en el jardín, (ya me diras lo que sea).

Un abrazo.