18/10/08

Al despertar la llama de sentimientos dormidos, 6º pasaje, Cap 3

―Nada ha cambiado para ti… ¿verdad?―. A pesar de lo obvia que la respuesta resultaba dirigió hacia él dicha pregunta, que, si bien estaba cargada de la más directa indiscreción, sonaba liviana en sus labios; como si llevada por el tacto consiguiera de algún modo atenuar la vergonzosa exposición de sus ignominiosos matices, para imprimir a tan delicado asunto cierta naturalidad. El tono de su voz destilaba comprensión y quietud, y tal vez el caballero hubiera apreciado la reconfortante calidez con la que ésta le obsequiaba, nutriéndose de ella como en tantas ocasiones pasadas, si las palabras no se hubieran mostrado como fieles delatoras de su carencia de entendimiento, de su hiriente hipocresía, y de lo ajena que en realidad estaba de entender la magnitud de semejante padecer. Por más que quiso no pudo evitar sentirse indignado ante aquella inesperada pregunta, que se rebelaba como un vano intento de suavizar lo ocurrido. El hecho de que en lo concerniente a tan delicado asunto ella hiciera gala de su apatía se antojó cruel a los ojos del caballero, el cual consideró que con tan irreflexiva consulta se desvirtuaban los preceptos de su propia existencia y que para nada se hacía cargo de la ardiente pasión que hasta ese día coexistió en su pecho, como una etérea acompañante llamada a acrecentar la soledad que progresivamente devoraba la vitalidad de un espíritu de por sí frágil; proporcionando un amargo sustento, mientras se mantenía a la espera de recoger el utópico fruto de unos anhelos que darían sentido a su vida.

Quiso el destino que las firmes convicciones que hasta aquí lo trajeron para enfrentarse con el arrojo del victorioso a esta determinante prueba, fueran menguando gradualmente tras verse emboscadas por las mieles de la cordialidad; las cuales ablandaron un corazón que él, en este largo periodo de recogimiento, había tratado en vano de robustecer. Pensamiento que formó parte de su próxima plegaria de purificación: “¿De qué podía haberme servido el respaldo de la madurez o el blandir un razonamiento cuya simpleza lo hacía inapelable, si antes incluso de presentar batalla me veo desarmado con sonrisas y abatido por aquella dulce calidez que siempre estuvo presente en su palabra?”

2 comentarios:

Vito Márquez dijo...

Nos ha salido tímido el caballero...

Ángel Vela dijo...

LLeva mal el tema mujeres, jajajaja