Ante lo ocurrido no solo retornó un perdido silencio, propiciándose junto con el que los presentes se sumieran en un perturbador paréntesis temporal. Por diversas razones, todos esperaban el restablecimiento de un capitán encorvado y jadeante, aferrado con ambas manos al báculo para no caer.
Pese a la inquietud que su mera visión despertaba el cuerpo permanecía allí, quebrantado, en una postura imposible, al igual que un execrable despojo indigno de atención. Una desvencijada carcasa de la que se derramaba con avidez, por las abundantes hendiduras en su blancuzca y oronda carne, el ahora innecesario flujo de vida; quedaba claro que una vez impartida justicia, tanto el hecho, como los restos del impío carecieron de interés para los heraldos. Y en vista de tal iniquidad y la indolencia reinante, el cortesano se negó a aguardar por más tiempo. Y a una seña muy precisa acudió con presteza uno de los integrantes de la guardia armada, el cual lo saludó con un gesto que hacía extensible su predisposición a cumplir cualquier mandato.
«Ese mal nacido lo ha echado todo a perder. Siempre fue un ser estúpido y asustadizo. Ha debido ser el miedo lo que le indujo al suicidio; no cabe otra explicación posible…
»¡Qué más ha de darme eso ahora! Lo importante es que lo llamado a inhibir al heraldo, no ha hecho más que afianzar su confianza. Ha obtenido con esta prueba de poder un éxito que está más allá de cuanto cabía espera.
»Pese ha serme impedido por el decoro contemplar en este momento su rostro, sé a ciencia cierta que esto ha servido para alimentar un ego de por si saciado antes de nuestro encuentro».
―Puesto que de sobra sabéis quien es, no hará falta que os diga que hacer ―expuso Garin con escueta circunspección. Pero aún habiendo recibido la orden, el caballero se limitó a asentir, y permaneció allí, entregado a subyugar tras aquel rictus marcial la amarga vergüenza que dicho suceso habría de provocarle.
―¿Dais vuestro permiso? ―preguntó Garin a un capitán próximo a salir de tan lacónico trance.
―Sí, si me ofrecéis un razonamiento lógico de porqué habría de dároslos ―afirmó con voz queda, aún reponiéndose.
«¡¿Un razonamiento lógico?! En modo alguno lo necesitas para algo tan obvio. ¿Tratas de eclipsarme? ¿De que me rebaje a pedir por lo que ha de ser concedido? Tendré a bien soportar que intentes herir mi alma con cuanto odio seas capaz de manifestar por defender tu causa, o que utilices cuantos ardides te sean posibles para conducirme a la derrota, mas si me menosprecias o tratas de humillarme conviertes esto en algo personal. No lo hagas, o tal dolor habré de infligirte, que te será imposible recordar este día sin que los ojos se te llenen de lágrimas.»
2 comentarios:
Aparte de los que te ha comentado dafd en TDL
un éxito que está más allá de cuanto cabía espera.
es esperar y no espera.
;)
Gracias, coleguilla.
Lo dicho las prisas, y a medida que avanzamos menos pulido está el texto. A ver si salgo un poco del follón de estos días y le puedo echar más tiempo.
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