Cuando un acólito alcanza el grado de espiritualidad necesario para convertirse en paradigma de virtud, cambia no sólo el concepto que se ha de tener de él, sino que se amplían sus obligaciones para con La Orden al poder ser utilizado por los dioses como un instrumento que, tras ser afinado con los años, hubiera llegado a adquirir una mayor fiabilidad y precisión. Es por ello que además de estar llamados, como el resto de los acólitos, a establecer donde quiera que el destino hubiera de encaminarlos, La Palabra, (una Palabra que era predicada o impuesta, dependiendo de lo propicias que las circunstancias se mostrasen, para una u otra labor) han de consagrarse, durante el resto de su existencia, a ejercer de mediadores, ministros de causas y encargados de designar aquello que habría de ser conveniente que los dioses observaran con especial atención a través de ellos.
A estos ortodoxos sacerdotes se los marcaba con un llameante sol negro preñado de ojos. Cada uno de ellos estaba destinado a representar una deidad, y diferían en tamaño a razón de la importancia que como tal tuvieran dentro de la jerarquía de divinidades. El símbolo que los acogía estaba engarzado entre ramas sin hojas que se extendían hasta la punta de sus dedos, nacidas de un fornido tronco que bajaba por su muñeca hasta un antebrazo donde surgían gruesas y nudosas raíces que desde el exterior horadaban la tierra, aferrándose a ella para así obtener el sustento y la firmeza necesaria.
Pese a ser tratarse de un distintivo inusual, podría encontrarse tras algunos de aquellos guantes que cubrían la palma izquierda de varios mandatarios y altos cargos eclesiásticos, siendo éste un signo que había de representar a los ojos del hombre la más estrecha comunión que pudiera existir con los dioses. Una vía directa usada para apelar a ellos y poder mostrarles, desde el ojo de dioses, cuanto de malo hubiera de acontecer en presencia de uno de estos custodios de la Fe.
El hecho de que un ojo de dioses fuera impuesto tras haberse llevado a cabo previamente el ritual de llamada, indicaba que sea lo que fuere lo que hiciera el infractor, era contemplado con especial interés por alguna de las muchas deidades conjuradas a través de aquel singular estigma de la Fe.
2 comentarios:
Me gusta como lo has descrito, sólo que ahora me chirrian varias cosas de la narración anterior.
Si Garin es tan bueno y conoce tan a fondo la mente de los demas ¿cómo no percibió nada antes?, si el que está impidiendo que capture a Sionel es Garin y no el desgraciado de la ventana ¿porqué se centra en él y no dirige al dios contra Garin?
;)
Me gusta que te guste ;)
Vamos a ver eso chirridos.
Garin puede ser bueno en lo que se refiera a captar las emociones y sentimientos de los demás por su expresión corporal, y su fora de actuar, pero no es adivino.
El ojo de dioses es algo que se tiene, pero de lo que no se alardea. Ni tan siquiera entre los miembros de la orden se habla de ello, es una manera de tenerse controlados entre ellos, (así no sabes quién a tu alrededor tiene contacto directo con los dioses, aun siendo un cargo menor).
La cualtura del miedo aplicada a ellos mismo inclusive.
Se supone que se sigue un protocolo y unas leyes. Garin no hizo nada rerochable, y menos aun para tener que invocar a los dioses. Es algo que no se toma a la ligera, y que no se puede usar para todo, y que por otro lado no tiene porque causar la muerte. Se cree que es más como un juicio instantaneo. Y bueno tu mejor que nadie debes de saber que tiene sus lagunas el tema de el ojo, (leiste la historia del tipo de la ventana, y hablé contigo de que lo provocaba, y que saldría a relucir).
Venga un abrazo, coleguilla.
Y siempre un placer estas charlas noveleras ;)
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