
Pese a que el atuendo no difería del de sus congéneres, empuñaba un símbolo de distinción que, sin ofrecer datos del cargo en la jerarquía religiosa, lo señalaba como el caudillo de aquella facción. Se trataba de un insólito báculo bicéfalo que se curvaba hacia atrás en lo más alto, emulando las poderosas astas de un prominente carnero; y tras ellas, en la oquedad formada en el interior, se hallaba un pequeño recipiente que a modo de palmatoria habría de descansar sobre cuatro cadenas menudas, y del que emergía con viveza la llama. Anciano y joven se volvieron hacia él, mostrándose sorprendidos, azorados por la falta de cortesía que consciente e inconscientemente demostraron hacia su persona. Sólo entonces se toparon con la fría expresión de su semblante, el cual se manifestaba como un cuadro de remarcados trazos, a través del que se vislumbraba un imperceptible acceso que conduciría al lugar donde tomaban forma sus pensamientos.
AL EXENTO DE TEMPLANZA
¿De qué habrían de servir virtudes, poseyendo la agresividad y rebeldía de un espíritu frágil?
Dalial
2 comentarios:
Muy bueno tu blog, me han gustado mucho tus posts, nos estamos leyendo.
http://sietesirenasvasaquererpecar.blogspot.com/
Saludos, Mariana;)
Me alegra que te guste, y espero que disfrutres de la historia.
Nos leemos. Un abrazo.
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